Hoy es 6 de Reyes...
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Atesoro entre los recuerdos más queridos de mi niñez, la festividad del día de Reyes. Igual que para muchos niños era una fecha anhelada porque significaba fiesta y regalos, aunque para ser bien honesta, a medida que se acercaba, me iba poniendo nerviosa, porque mi madre me repetía: “Revisa cómo te has comportado, de eso depende que lleguen los Reyes y te dejen algo...”. Madre de Dios... ahí estaba el detalle, yo no me distinguía precisamente por mi buena conducta... pero eso sí, desde por lo menos la semana anterior a su venida, yo era un dechado de obediencia. Y algo debió de haber contado porque nomás ponía un pie fuera de la cama y corría al balcón de la casa a buscar entre los macetones de helechos y yerbabuena que tenía mi madre, el regalo... y sí, y sí... qué maravilla, ahí encontraba el presente. “Mamá, mamá, me la perdonaron... mira lo que me dejaron”. Mi Rosario ponía cara de asombro y contestaba a mis brincos y gritos de alegría: “...Pues sí que te fue bien, muchacha... mmm... que bonito regalo...”.
Se celebra más en el sur del país esta festividad, acá en el norte el protagonista es Santa Clós, y se explica por la vecindad con el país de los gringos, con costumbres de origen sajón. Pero en fin. ¿Qué sabemos sobre esta tradición? En el Evangelio de San Mateo se menciona a unos magos que guiados por una estrella fueron llevados al humilde pesebre de Belén a adorar al rey de los judíos, el Niño Dios, para nosotros. Pero no se cuenta que hayan sido reyes. Cuando Herodes el Grande, rey de Judea, se entera del motivo de su peregrinación, los manda buscar para interrogarlos y les hace prometer que en cuanto hallen al niño le avisen para ir también a adorarlo. Todos sabemos hoy día que quería tener el dato para matarlo, por la amenaza que le suponía. Los reyes nunca regresaron a darle noticia alguna. Estuvieron ante el divino niño y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Oro, por su condición de rey, incienso porque es la ofrenda a los dioses y mirra, como un anuncio al futuro doloroso que viviría. La mirra se utilizaba para embalsamar los cuerpos de los fallecidos. Su calidad de “magos” no aparece en ninguno de los cuatro Evangelios, no obstante, era común en aquel entonces que a los astrólogos los denominaran así, por predecir acontecimientos, a través de la lectura de las estrellas.
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Fue hasta el medioevo cuando se les impusieron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. Se cree que esos nombres provienen del historiador Agnello, en el siglo IX. En su obra Pontificalis Ecclesiae Ravennatis, se refiere a ellos con esas identidades. Esos nombres, exponen los estudiosos del tema, triunfaron, porque en los primeros tiempos era urgente unificar creencias y tradiciones. Asimismo, se concluyó que eran tres en número, por los presentes, tres también, que le llevaron al niño Jesús.
A nosotros nos llega la tradición de esta fiesta por España, parte del legado de los 300 años de coloniaje. Sigue siendo hoy día, España, el país con la celebración más intensa. A partir del siglo XIX se inició la tradición de obsequiar regalos en la noche de Reyes, es decir, la víspera de la Epifanía, a los niños. En 1866, tuvo lugar en Alcoy, una ciudad situada al sureste de España, en la provincia de Alicante, la primera cabalgata de Reyes Magos, una tradición que se extendió por el resto del país y que fue adoptada en otros países de cultura hispana. Existe un evangelio armenio -que aunque no tiene credibilidad reconocida- en el que se asienta que “los reyes procedían de Europa, Arabia y la India”. Los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar aparecieron por primera vez en el famoso mosaico del siglo VI en la basílica de San Apolinar el Nuevo en Ravena, Italia. De acuerdo con un manuscrito del siglo XIII, los Magos podían proteger contra la epilepsia, bastaba con rezar al oído del enfermo una oración pronunciando el nombre de los tres Reyes, y éste se curaba. Por muchos años se estiló, en algunos puntos de Europa, escribir el día 6 de enero sus iniciales, GBM, en todas las puertas de las casas y en los establos para “salvaguardar a las personas y a los animales contra el ataque de demonios y brujas”. Grandes pintores, entre otros Masaccio, Fra Angelico, Boticelli, Rubens, el Greco, Velázquez, inmortalizaron en sus lienzos las figuras de los tres reyes con atuendos áureos, postrados de hinojos en el humilde pesebre de Belén.
La otra tradición propia de estas fechas es degustar la deliciosa rosca de reyes con la familia y con amigos, partiendo cada quien su pedazo, y ya saben, aquí en México, si le sale el muñequito, corre por cuenta del afortunado convidar los tamales y el atole el 2 de la Candelaria, en febrero. Ha perdurado la tradición, ojalá que no se pierda en estos tiempos en los que lo “antiguo” va perdiendo su encanto. A los niños les sigue enamorando, en su inocencia, el advenimiento de estos tres personajes. A los jóvenes padres de familia, los invito muy respetuosamente, a seguir alimentando esta fiesta en el corazón de sus chiquitos. Al final del día, son estos recuerdos los que te acarician el alma y le dan luz a una realidad que la mayor parte del tiempo ya no sonríe. Que no cambie cuanto te haga soñar y ser mejor persona. Y no dudemos en convertirnos en rey mago de algunos niños que no tienen la fortuna de contar con uno en casa. Feliz día de Reyes, estimados todos.