Ante la claridad, no cabe la interpretación, es la traducción del título que ahora les presento. Esto para hacer un “poquito más gordo el caldo” de la inauguración de los juegos olímpicos de París 2024. Sobre todo para quienes siguen ofendidos por el espectacular despliegue que han hecho los franceses debido a su cultura y a la influencia que desde la Ilustración a la fecha han tenido en la franja occidental del planeta.
Del contexto. Primero, las Olimpiadas no surgieron el siglo pasado, tienen 2 mil 824 años de existir. Surgieron en Grecia, antes de que viniera Jesucristo a Judea, que por cierto todavía no existía. Se hacían para rendirle honor a los dioses del panteón griego. Panteón significa el lugar de los dioses, y los dioses en la cosmovisión griega vivían en el Olimpo, la montaña más alta de Grecia –con 2 mil 917 metros de altitud–, donde Zeus era el dios central.
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El Olimpo, por tanto, era inaccesible, nadie podía tener contacto con los dioses. Cuando ellos se querían comunicar con los humanos había uno de ellos que era su mensajero, se llamaba Hermes y tenía la tarea de interpretar y volver accesible el designio que ellos le deparaban a los humanos. Resumiendo, las Olimpiadas eran un espacio donde a través del cultivo de la mente y del cuerpo los humanos honraban y daban culto a sus dioses.
Segundo. De ahí surge la hermenéutica, un término –inicialmente– asociado a lo mítico-religioso. Cuando los seres humanos no sabían o no entendían por qué ocurría lo que ocurría, aparecía Hermes para aclarar la confusión, para transparentar los hechos o para despejar dudas sobre el misterio –los planes ocultos de los dioses– de la vida.
Corresponde a la hermenéutica la interpretación y el significado de los textos. Platón dice al respecto que es la interpretación de los oráculos, Aristóteles lo relaciona con la traducción. El humanismo italiano del siglo 14 parte de la voluntad de entender los clásicos y situarlos en la época y la cultura que les son propias, y afirman que el lugar social marca la interpretación. La ilustración planteó la idea de “ante la claridad, no cabe la interpretación”. Esto fue lo que dio origen a la idea de “ante las evidencias, no hay argumentos”, que se convirtió en la clave del conocimiento hasta nuestros días.
La Ilustración –donde la razón se entroniza– nos trae personajes como Schleiermacher (1768-1834), quien dice que el arte de la interpretación es una reconstrucción histórica que consiste en la reconstrucción mental del autor y del texto. Dilthey (1833-1911) dice que esta interpretación se realiza en el marco de la historia donde llegamos a conocernos a nosotros mismos. Heidegger (1889-1976) dirá que la hermenéutica es una ontología de la comprensión donde se trata de sacar a la luz lo oculto, lo desconocido.
Paul Gadamer (1900-2002) dirá que interpretar un texto o cualquier situación es entender el horizonte del significado, donde lo importante es el espacio donde el texto fue emitido. Finalmente, para Paul Ricoeur (1913-2005) interpretar adecuadamente el mundo requiere de la comprensión y de su fusión con la estructura narrativa. Lo dicho por los exponentes más importantes de la ciencia hermenéutica –interpretativa– nos da un extraordinario espacio para entender la realidad que nos circunda.
Podríamos decir entonces que la hermenéutica es un método que nos da la particularidad de entender e interpretar textos, discursos, símbolos, situaciones sociales, fenómenos culturales y, para ir bajando al objeto de estas líneas, obras de arte, literatura, pinturas, esculturas, novelas, donde se nos da la posibilidad de entender de forma cercana que es lo que el autor quiso decir, no lo que cada uno de nosotros quiso entender. Otro elemento es el momento en el que se realiza la obra, el hecho o la situación.
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En el mundo de la subjetividad en el que por estos tiempos estamos inmersos, todo depende de la cosmovisión –visión de mundo– que cada uno de nosotros tenemos, no de la realidad concreta. El mundo no es enteramente musulmán, católico, judío, budista o de las 4 mil 200 religiones que existen. Somos 8 mil millones de personas de las cuales sólo 2 mil 400 son cristianas, incluyendo católicos, como para interpretar la realidad desde esta óptica. Hay 3 mil 800 culturas distintas en el mundo, hay más de 7 mil lenguas distintas, más de 200 ideologías en el mundo. ¿Imagina lo que cada persona vio o entendió en el momento de la inauguración de las olimpiadas y en cualquier otro momento en el que primaveralmente interpretamos o hacemos un juicio de valor sobre una situación u otra?
No son los condicionamientos estructurales, culturales o religiosos las claves de interpretación de la realidad. Es la hermenéutica la que podría ayudarnos a entendernos mejor. Dejémonos de historias macabras. Hoy el mundo es plural, multicultural y diverso, lo cual nos empuja inevitablemente a vivenciar el respeto, el diálogo y la tolerancia. Pidamos a Hermes que nos conceda claridad para entender lo que realmente nos negamos a entender. Un poquito de cultura, de conocimientos del arte y de la historia no nos vendría mal. Ante la claridad, no cabe la interpretación. Así las cosas.