Inaugurar obras inconclusas ‘para avanzar’. ¿Cómo no se nos había ocurrido?
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La próxima ocasión en la cual un proyecto a su cargo sufra un retraso y no esté listo en el plazo comprometido, ya lo sabe: propóngale a su cliente inaugurarlo así... verá qué contentos quedan todos
Los políticos -sobre todo los mexicanos- constituyen una fuente inagotable de motivos para el asombro, el pasmo y el estupor. Su capacidad para ensanchar las fronteras de nuestra perplejidad es casi sobrenatural.
Múltiples con los campos en los cuales el intelecto de nuestros políticos puede incursionar con audacia y, merced a la muy peculiar forma en la cual tienen conectadas las neuronas, parir ideas, conceptos, propuestas, hipótesis o explicaciones dignas de la inmortalidad en bronce.
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Debe ser un asunto genético, algún entrenamiento neuronal al cual son sometidos. O la dieta... la de la comida, quiero decir... pero algo ocurre en el cerebro de los humanos cuya biografía personal les conduce, ya por vocación, ya por accidente, al territorio de la actividad política. Y de ahí, por consecuencia lógica, a la nómina pública.
No todos, como podrá imaginarse, consiguen desarrollar el mismo grado de genialidad. No cualquiera es capaz de alcanzar las cotas más altas en la montaña de la originalidad. Esos niveles están reservados para unos pocos, para los escogidos.
La diferencia entre unos y otros, huelga decirlo, es una realidad evidente. Porque cuando uno compara los productos intelectuales de los políticos... digamos, “inferiores”, con los de quienes han conquistado la cima del alto rendimiento neuronal, la diferencia se nota, salta a la vista, es imposible de ignorar.
Y en el ranking nacional de la brillantez nadie puede competir con nuestro black belt décimo dan súper Saiyajin Blue Kaio-Ken de Macuspana. Él está a otro nivel, muy por encima de cualquier oponente mundano y por ello las creaciones paridas por sus neuronas se ubican, de forma instantánea, en el lugar destinado a las obras maestras.
Diga usted si no es una genialidad de otro mundo la explicación ofrecida, el jueves anterior, por Mister “Yo siempre tengo otros datos”, a esa propensión suya por inaugurar obras cuando todavía no están terminadas, cuando aún les queda un buen tramo para cumplir con su propósito y tal hecho, además, es evidente para todo mundo.
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La explicación a la razón por la cual el proyecto “Agua Saludable para La Laguna” se inauguró, pese a no estar concluido, no tiene desperdicio:
“Nos cuestionan nuestros adversarios... el cuestionamiento que se nos hace es que empezamos (inauguramos) obras, pero que todavía no están del todo concluidas. Y, sí, en efecto, son obras que se inician (inauguran) en una primera etapa y poco a poco se van concluyendo.
“¿Por qué hacemos esto? Pues no por publicidad o por propaganda. Si fuese por eso, pues estaríamos pagando publicidad, propaganda en la televisión, en la radio. No. Lo hacemos porque así empujamos para avanzar, para apurarnos, terminar, no dejar obras inconclusas”.
¡Cómo chingaos no se le había ocurrido antes a nadie más!
Si la ejecución de un proyecto determinado se comprometió para realizarse, en un año digamos, y los doce meses transcurren sin haber alcanzado la meta... ¡la solución al retraso es inaugurarlo para garantizar su conclusión!
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La elegancia del arreglo es simplemente deslumbrante, fascinante, espectacular. A cualquier político tradicional se le habrían ocurrido salidas ordinarias como sancionar a la empresa contratista, despedir al ejecutor y traer a otro con mayores capacidades... o haber ejercido presión, no sé... meses antes, cuando ya, puede apostarse, era evidente el retraso.
Pero eso es porque carecen del talento para ver más allá de lo evidente. Porque seguramente cuando un contratista incapaz es sometido a la decisión de inaugurar una obra inconclusa -por su culpa- la vergüenza se convierte en un acicate como no habíamos visto antes en la historia del servicio público.
¿Y los sobre costos implicados en el retraso? ¡Ah, no! De eso no estábamos hablando...
¡Feliz fin de semana!
carredondo@vanguardia.com.mx