Inseguridad; ¿la delincuencia se ha ‘adueñado’ de la carretera 57?
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Los delincuentes despliegan, en la carretera 57, la peor de sus facetas: actúan como si fueran los ‘dueños’ del espacio y quienes pueden, por ello, imponer sus reglas a quienes la transitan
Mientras el Gobierno de la República insiste en que todos los delitos de alto impacto van a la baja en el territorio nacional, e incluso plantea que México es un país más seguro que los Estados Unidos, la evidencia en contrario no hace sino acumularse todos los días.
Un ejemplo preocupante de ello es el reporte que publicamos en esta edición, relativo al incremento en la incidencia de delitos en contra de transportistas, particularmente en algunos tramos de la carretera 57, la vía más importante que conecta la frontera noreste con el centro del país y a través de la cual circula una porción importante del comercio internacional.
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Robos, asaltos, secuestros, acoso y otras formas delincuenciales se han incrementado en los últimos años, de acuerdo con el testimonio de operadores de transporte de carga. Lo peor de todo es que, según estos testimonios, la delincuencia se ha apoderado, literalmente, de ciertos puntos de la carretera.
Los otrora “paraderos seguros” han dejado de serlo y ciertos caminos, estaciones de servicio y parajes han sido identificados como puntos particularmente peligrosos, porque en ellos se conjugan dos aspectos que constituyen el medio ambiente perfecto para el crimen: la presencia de grupos delincuenciales y la ausencia total de la autoridad, señaladamente de la Guardia Nacional.
La realidad que los testimonios revelan retrata una situación que el Gobierno Federal ha negado una y otra vez pero que, parece claro, es mucho más frecuente de lo que quisiéramos: existen puntos de la geografía nacional donde la ley que priva en la de la delincuencia. Allí, el Estado simple y sencillamente no existe.
¿Cómo hemos llegado a esta realidad? La explicación más probable, por desgracia, es que la “ausencia” del Estado en los lugares donde la delincuencia manda no ocurre por falta de capacidad de las instituciones públicas para mantener o recuperar el control, sino porque los representantes de la ley se han ausentado intencionalmente de dichos lugares.
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La corrupción, ese monstruo de mil cabezas que quienes hoy gobiernan el país tantas veces denunciaron desde la oposición y ofrecieron destruir apenas tuvieran el timón de la nave nacional, sigue allí, intocado, y desplegando sus tentáculos acaso de manera más amplia y asfixiante que en el pasado.
Justo esa es la peor parte de la realidad: el vernos obligados, frente a esta realidad, a pronunciar esa frase que retrata de forma violenta el fracaso en una empresa o el desmoronamiento absoluto de una ilusión: “estábamos mejor cuando estábamos peor”.
Cabría esperar que las autoridades responsables de recuperar el control de la carretera 57 dejen de utilizar eufemismo y pretextos para ocultar su incompetencia o justificar la corrupción de algunos de sus miembros. Porque lo que necesitamos en estos momentos son acciones concretas y puntuales.
Lo que requerimos con urgencia son resultados. Y no cualquier resultado, sino uno concreto: que los delincuentes dejen de ser los “dueños” de la carretera.