July the 4th. El viejo imperio capitalista en el siglo 21

Opinión
/ 4 julio 2023
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Es el 247 aniversario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América y el gringo promedio tendrá a bien celebrarlo con una parrillada en su enorme jardín, atiborrándose de hamburguesas y hot dogs sin aderezos, empujados con cerveza horrible, mientras escuchan estridentes canciones de Lynyrd Skynyrd y ZZ Top, para rematar con una estruendosa noche de fuegos artificiales (¡Dios, cómo quisiera estar por allá!).

Estados Unidos aún resuena en la mente de muchos como la cuna del mal, el origen de nuestras desgracias, el yugo que nos oprime y el enemigo a vencer, como consecuencia de sus políticas intervencionistas durante la Guerra Fría.

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Sobre todo, quienes abrazaron la ideología socialista se cuentan una película en la que EU jugó como el malo absoluto, mientras que el Bloque Comunista nos brindaba la oportunidad única de emanciparnos a los pueblos de Latinoamérica; siendo que en realidad las dos potencias nos estaban disputando como vagos en la esquina con un juego de cubilete.

Se impuso al final el modelo capitalista de los gringos no porque sea perfecto, no porque esté libre de corrupción, no porque haya resuelto todos los problemas que aún quedan por resolver, sino porque fue el único sostenible de los dos, al menos más sostenible que un modelo en el que el Estado centraliza toda la productividad y la economía. Ya ve, a la mera hora no les importó dejar a su bebé, Cuba, allí toda tirada y hecha una mierda.

“¡Ay, pero es que el maldito embargo de los Estados Unidos sobre el pueblo de Cuba!”, claman los fanáticos de la trova y el mojito.

Si es su caso, por favor, actualice sus datos. El dichoso y legendario embargo es parcial y se ha ido desdibujando con las décadas, además de que no impide que la isla comercie con España, Alemania, China, Rusia, Holanda, Francia y ¡Estados Unidos! El problema real es que Cuba no produce nada para comerciar, como no sea azúcar, ron y habanos (suena como la fórmula de las Chicas Superpoderosas, pero creo que a lo sumo de esa mezcla surgiría el superchairo).

El tal embargo es mera retórica y propaganda de los líderes de Cuba que en 60 años no pudieron levantar una economía (aunque los líderes jamás sufrieron ninguna privación por escasez).

Luego, Estados Unidos no es el culpable de la catástrofe del experimento socialista en el Caribe. Si bien, EU es responsable de una serie de intervenciones políticas y militares a lo largo y ancho del continente, ello ocurrió durante el siglo pasado y al calor de la paranoia desatada por la amenaza comunista.

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No los estoy justificando ni mucho menos exculpando. Aún me gustaría que se llevara a juicio a criminales como el centenario Henry Kissinger y que se resarciera en lo posible el daño infligido a las naciones de Centro y Sudamérica durante el siglo pasado.

Pero es absurdo pensar que Estados Unidos al día de hoy mantiene la misma agenda y más idiota suponer que todavía tiene algo que disputarse con Rusia, nomás por ser el núcleo remanente de lo que fue la Unión Soviética.

Es casi infantil suponer que entre Estados Unidos y la nación que dirige Putin hay todavía un pique ideológico por ver quién se erige como la fuerza hegemónica global.

Que Putin utilice el argumento del Occidente demoníaco al que hay que destruir, es para enardecer a ese sector de sus gobernados que (al igual que los trasnochados rojillos en México) se quedaron instalados en el viaje aquel de la Guerra Fría.

Pero lo cierto es que “América la Beautiful” ni los topa y el presidente Joe Biden está ocupado en cosas más importantes, como recordar el nombre de todos sus nietos y, sobre todo, aprenderse con qué pronombre le gusta a cada uno ser llamado.

Y es que luego no falta el delirante que asegura que el poder militar Made in USA está detrás de la guerra en Ucrania, porque en su cabecita todavía se está peleando por la supremacía global contra el comunismo y Rocky Balboa aún está intercambiando madrazos con Ivan Drago, 40 años después.

Ahí dispénselos, es gente que se quedó muy enamorada de sí misma en aquella época, en la que parecían tener algo de razón y ya no entienden hacia dónde se movió el mundo y qué es lo que se está disputando hoy en día.

No ayuda desde luego que el actual Gobierno de México, a falta de cualquier ideología, visión o proyecto, abrace esas posturas radicalizadas tan del siglo 20, mismas que no estarían completas sin la eterna victimización de los pueblos latinoamericanos y el grito plañidero “antiyanqui” de que el Imperio nos quiere dominar y mantener adocenados con sus películas de superhéroes y sus aguas negras del capitalismo, la venenosa Coca-Cola (siendo que a Donald Trump, único gringo relevante al que había que hacerle un reproche oficial y categórico, AMLO lo saluda bajándose los pantalones y ofreciéndole el posterior).

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Si tiene usted un espécimen de estos en su casa, de esos que aún le ponen las cruces a los Estados Unidos porque se quedaron esperando la promesa del socialismo (que de ninguna manera debe ser entendido como “la izquierda”), pues ya le digo: Cuídelo, entiéndalo y no lo exponga a la realidad actual (no le vaya a dar el patatús por enterarse de que China y Rusia hoy ejercen otra forma de capitalismo que no es ni más amable ni menos brutal que el modelo de los gringos).

¿Los gringos son racistas? Sí, algunos lo son, no todos, lo mismo que los mexicanos. ¿Enfrentan escándalos de corrupción y mal gobierno? Sí, igual que pasa en nuestro País. ¿Han caído en la trampa del populismo y en la mentira de que un caudillo embaucador les va a devolver un mítico esplendor ancestral? También, justo como nos pasó a nosotros.

¿Tienen un grave flujo migratorio en sus fronteras? ¿Una profunda polarización de la opinión pública al grado de que se defiende la mentira y el absurdo? ¿Un inusitado problema de drogas? ¿Un sistema de salud a punto de colapsar?

Si nos enfocásemos en los puntos en común que tenemos con Estados Unidos, quizás podríamos ayudarnos mutuamente a resolver los retos que nos presenta la tercera década del siglo 21, sobre todo tomando en cuenta nuestra vecindad, la enorme línea fronteriza que compartimos, así como la significativa presencia de paisanos al otro lado del río Bravo.

Pudiera ser. Lo que decididamente no contribuye en nada es el tener a Estados Unidos demonizado como si fuera una entidad homogénea, indivisible y al servicio de un único propósito malévolo en nuestro perjuicio. Eso sólo lo piensa quien se quedó dormido en algún momento del último tercio del siglo 20, o quien busca estar en consonancia con un gobierno que está empeñado en mirar en esa misma dirección.

@ppeettaattiiuux

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