La arrogancia de sentirse libre...de contagiar a los demás

Opinión
/ 16 enero 2022

A la vista de todos, quienes veían la transmisión de la mañanera del lunes, el Presidente de la República apareció mormado y notoriamente afectado de la garganta al hablar. Era obvio que estaba enfermo.

Apenas días antes, desde la misma tribuna, había llamado a no confiarse y a asumirse sospechosos de padecer COVID-19 si presentaban los mismos síntomas que él mismo mostró en público al iniciar la semana. El llamado presidencial fue clarísimo: “si se enferman de algo que parece COVID, asuman que es COVID. Chéquense la oxigenación y si ésta es normal, por arriba de 90, no presentan dificultades respiratorias, ni fiebre alta eviten salir a hacerse una prueba COVID. Tomen paracetamol, permanezcan en su casa, aíslense y eviten contagiar a otras personas”.

Más aún, todavía repitió el “decálogo”, de siete, que tuiteó su amigo Pedro Miguel, donde se refiere a Ómicron como “covidcito”, en el que hace las recomendaciones que ya conocemos. Avaló la sentencia: “Es preferible que les pinchen
el brazo a que les metan un tubo
en el... gaznate (en la garganta)”. ¡Gulp!

Es fácil predicar, pero no poner
el ejemplo.

No es la primera vez que Andrés Manuel López Obrador dice una cosa y hace otra. Ya nos tiene
acostumbrados. Pero estando de por medio la salud de los demás, que no tienen manera de defenderse o de eludir sus responsabilidades frente al mandatario, se torna más odioso aún.

¿Qué hubiera pasado si un empleado de Palacio Nacional, un guardia, un asistente, un empleado de limpieza, personal de la producción televisiva, un reportero, un camarógrafo o alguno de sus colaboradores le hubieran dicho: “Señor Presidente, se ve usted enfermo, ¿por qué no consulta a sus médicos y hace cuarentena?, no nos vaya contagiar”. ¡Difícil de imaginar!, ¿verdad?

Pues poco importó a la voluntad presidencial contagiar a todos los mencionados, comenzando por los de las primeras filas. Al procurador del Consumidor, Ricardo Sheffield, no le habría preocupado, al contrario, le resultaría un alto honor contagiarse por su jefe máximo. (¿Se acuerdan de la película “El Último Emperador” (de China) y como Puyi honraba a sus cercanos? Háganse de cuenta).

Se supo que el Presidente se había reunido, como siempre lo hace con el Gabinete de Seguridad, es decir, habrían estado presentes los titulares de Defensa y Marina, la secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, el secretario de Gobernación y la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México. O sea, puro “senior”, “puro Antiguo Testamento”, diría Chumel Torres. En otras reuniones, con los secretarios de Bienestar, de la Función Pública, de Agricultura; el director de la CFE (otro megasenior), la subsecretaria de Bienestar, Ariadna Montiel, el director del INAH y el coordinador de Comunicación Social. (Cargos antes de los cambios que se anunciaron después).

El punto es que este “covidcito” causa diariamente en todo el País decenas de miles de nuevos contagios, mata a otras decenas y hospitaliza a más de mil, esto último en
la CDMX.

Cuando se tiene esa condición de poder es obligatorio poner el ejemplo. No hay manera de hacerse a un lado ni hacerse ganso. Ni aventurar en mensajes tuiteros que “esta pandemia ya está de salida”.

MONITOR REPUBLICANO

Por supuesto, al Presidente de México se le desea pronta y total recuperación. Es momento de apoyo y de solidaridad. Ya luego se emparejará el marcador.

anarciae@gmail.com

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