La educación en México: avances y rezagos
Si bien México ha logrado significativos avances en educación en las últimas décadas, en varios importantes indicadores nuestro avance ha sido menor al de muchos países
Desde hace mucho tiempo se reconoce la relevancia de la educación para el crecimiento y desarrollo de un país. Además de su importancia como uno de los principales factores del capital humano, la educación es fundamental para el desarrollo, como lo atestigua el hecho de que es uno de los componentes del Índice de Desarrollo Humano, específicamente a través del promedio de escolaridad de la población mayor de 25 años y de los años esperados de escolaridad de los niños en edad de entrar a la escuela.
En nuestro país ha venido creciendo el nivel de escolaridad promedio muy lentamente a lo largo de los años. En 1950, era de solamente 2.2 años, en el año 2000 se había triplicado para situarse en 6.7 años y en 2017 ya se encontraba en 8.6 años. Si bien estos incrementos son importantes, cabe señalar que en comparación con el resto del mundo nos hemos rezagado en este indicador, ya que mientras que en 1950 ocupábamos el lugar 75 en el mundo, para 2017 ya habíamos caído al lugar 102.
Por nivel educativo, el país ha logrado significativos avances en educación secundaria, al pasar de una tasa neta de cobertura de 47 por ciento en 1986 a 81 por ciento en 2017, si bien caímos en el ranking mundial de este indicador del lugar 49 al lugar 74 en el mismo período. En 2020 la tasa de cobertura neta en educación media superior en México (71.7 por ciento), si bien era mayor al promedio mundial (66.7 por ciento), era inferior al correspondiente a América Latina (79.1 por ciento). En cuanto al logro educativo en este nivel, casi el 60 % de la población de 25 a 64 años no terminó la preparatoria, de tal forma que en el año 2020 ocupamos el cuarto lugar más bajo entre los países de la OCDE (y países asociados) en este indicador.
En el nivel de educación superior el panorama tampoco es halagüeño. Mientras que en Corea del Sur 69 % de los jóvenes entre 25 y 34 años tienen educación superior, en nuestro país solo 27 % la tienen, por debajo del promedio de los países de la OCDE (47 %). Se ha demostrado ampliamente la importancia del capital humano (especialmente educación superior, por sus efectos en el progreso tecnológico y la innovación) para elevar la tasa de crecimiento económico. Asimismo, un mayor nivel educativo generalmente conduce a mayores ingresos. En México quienes tienen educación superior ganan 53 % más que quienes solo tienen preparatoria y quienes tienen posgrado ganan tres veces más. Sin embargo, México es uno de los países con menor porcentaje de adultos con grado de maestría, solamente 1.8 % de los adultos entre 25 y 64 años, lo que lo sitúa en el lugar 36 de 40 países en la OCDE.
Todas las observaciones anteriores tienen que ver con la cantidad de educación de la población, pero también desafortunadamente la calidad de la educación en el país deja mucho que desear, como lo comprueba el hecho de que siempre obtenemos los lugares más bajos en la prueba PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes, PISA, por sus siglas en inglés), en la que ocupamos el último lugar en la más reciente evaluación publicada (2018). Solo el uno por ciento de los estudiantes obtuvo un desempeño alto en al menos un área de conocimiento y el 35 por ciento de los estudiantes no obtuvo un nivel mínimo de competencia en las tres áreas de conocimiento (lectura, matemáticas y ciencias) que comprende la prueba.
En resumen, si bien México ha logrado significativos avances en educación en las últimas décadas, en varios importantes indicadores nuestro avance ha sido menor al de muchos países, lo que se ha reflejado en bajas posiciones en los rankings internacionales de educación, tanto en la cantidad de educación como en su calidad. Dada la gran importancia del capital humano en la productividad y el crecimiento económico, es indispensable que el país redoble sus esfuerzos para avanzar a una velocidad más rápida que permita recuperar las posiciones perdidas en los rankings internacionales y de esta forma ser más competitivos en la economía internacional, a fin de mejorar el bienestar de la población.
Fuentes de los datos para este artículo: Banco Mundial, UNESCO, OCDE, INEGI y Gapminder.
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