La quimera de la interpretación ideal, una consideración sobre el arte de tocar

Opinión
/ 14 junio 2024

Hace años la pianista mexicana María Teresa Rodríguez (1923-2013), impartió un curso pianístico a los alumnos de la escuela de música donde yo era alumno del ciclo medio. La pieza que preparé para ese encuentro pianístico era el Kinderszenen op. 15, de Robert Schumann (1810-1856). Antes de poner las manos sobre el teclado, la maestra Rodríguez me pidió que hablara sobre el significado de los títulos de cada una de las 13 breves piezas que conforman el ciclo. Confieso que tuve dificultades para explicar el sentido de los títulos de dichas piezas. La pianista disertó brevemente sobre la importancia que reviste para el músico en general de conocer la obra objeto de su estudio desde el título, por que de ella se deriva una correcta interpretación de la obra.

Títulos de obras musicales tales como Claro de luna, Sonetto 104 del Petrarca, Gaspard de la Nuit, La catedral sumergida, Visiones fugitivas, La tumba de Couperin, Preludio a la siesta de un fauno, Eroica, Gimnopedia, La consagración de la primavera, Turangalila, El banquete celeste etc., son títulos de obras musicales que dan cuenta al músico del temperamento, esencia y razón de ser de la obra. El resto del sentido ontológico de la pieza depende de la capacidad técnica y musical del intérprete. Y es precisamente la interpretación uno de los elementos musicales más complicados para enseñar de parte del maestro, y de asimilar de parte del estudiante.

Generalmente el maestro integra este concepto desde los albores de aprendizaje del aspirante a músico, no importa el instrumento que se estudie. Considero que es el director de orquesta el músico que tiene la mayor dificultad en el camino de la interpretación, ya que la lectura de una partitura orquestal implica el conocimiento no solo de la obra, sino también de la naturaleza sonora, tímbrica, contrapuntística, armónica y de muchísimos elementos más que se encuentran en las entrañas de la obra orquestal. No es de extrañar que una de las características de un buen director orquestal es que éste es un consumado intérprete de algún instrumento.

Muchos afamados directores de orquesta generalmente son pianistas (Liszt, Bernstein, Karajan, Barenboim, Ashkenazy, etc.), pero también los hay de otros instrumentos en los que se han destacado como notables virtuosos. Un caso curioso es del legendario Arturo Toscanini (1867-1957), que, antes de llegar a ser el intenso y perfeccionista director de orquesta, fue un contrabajista de atril.

Retomando el hilo sobre la interpretación musical, puedo asegurar que ésta es el mayor acicate del músico, que aparece desde los inicios del estudio del instrumento y que no abandonará al intérprete durante toda su vida como tal. La naturaleza de la interpretación musical deberá estar imbricada en la psique del músico. Esta entidad estilística debe cobrar sentido, identidad, corporeidad, personalidad en la conciencia del músico, por que de ello depende el correcto (o lo más aproximado posible) sentido de la obra musical. El maestro, que conoce y porfía en este aspecto fundamental de la interpretación, utiliza múltiples herramientas para fijar la imagen y esencia de la creación musical objeto de estudio.

Otra anécdota que ilustra lo dicho hasta ahora es un recuerdo de mis años de estudiante, cuando estudiaba la Balada no. 4 en fa menor de Chopin. Mi maestro insistía en el hecho de que a mi ejecución le faltaba un elemento emocional que impedía la solidez y fluidez de la pieza. Confieso que este hecho me desanimaba porque, a pesar de la relativa pulcritud técnica con la que ya revestía mi ejecución, este elemento ausente empezaba a obstruir el flujo sonoro de la obra. Ese elemento emocional que mencionaba mi maestro era la depresión. Decía que, en muchos pasajes de esta monumental obra, Chopin destilaba en el contrapunto de la Balada esa sensación de profunda desolación que se traducía como depresión, estado emocional que yo no conocía, por lo que me dificultó mucho más llegar a una plenitud interpretativa. Afortunadamente el hecho de no lograrlo desde el punto vista estricto de mi maestro no me arrojó a un estado depresivo indeseable. Sólo imaginé y simulé para darle a la pieza un simulado aldabonazo al proceso final de mi interpretación.

CODA

La interpretación musical en su estadio más elevado es un arte de consumación con el que se convive y se dirime durante toda la vida.

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