¡La quinta pared! (1)
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Por Fausto Jijón Quelal
Cuando nos referimos a la cuarta pared, entendemos que determinan nuestra distancia entre escena/espectador. En ese sentido, André Antonie define esta estructura como: detrimento de todo aquello que pueda ser considerado arte escénico; incluso su figura interpela la separación, espectador/realizador en el cine.
Este concepto, en la transición —covidera— que estamos viviendo, me ha llevado a reflexionar que se transmuta, imponiéndose (nos) una nueva perspectiva.En el criterio de la cuarta pared, los actores reconocen que existe una audiencia que está mirando su interpretación, sin embargo existe un trato no hablado en el que de ambas partes acuerdan no interferir en el espacio del otre, por ello no interactúan, así es que generamos una pared inexistente entre el público y actores.
En estos momentos, el reconocimiento de esta separación es casi evidente para todas las personas que nos dedicamos a las artes escénicas , sin embargo, me atrevo a señalar que hemos entrado en el umbral de lo que yo llamo, la “quinta pared”, definición que trataré explicar a continuación:
La condición de encierro por causa de la pandemia afectó nuestra manera de trabajar a nivel mundial, obligó a producir desde casa, obras de danza, teatro, etc... enfocadas a la pantalla. Esto no es algo nuevo, ya existía un rubro específico que abría espacios para estos trabajos. En el medio de la danza han incurrido en varias acepciones, desde el cine danza hasta el video experimental, de hecho, un claro ejemplo es el Festival chileno con el cual nace esta investigación, Las Bestias Danzantes. La diferencia sustancial es que muchos creadores no pensaban incurrir en estos medios y se vieron forzados a hacerlo, pues era la única alternativa que les quedaba para vincular a las personas que ya no podían asistir a representaciones físicas.
Es por ello que la quinta pared que propongo se inserta en un espacio en el cuál nuestra relación con los espectadores cambia, se genera una simbiosis íntima en la que entramos no solo en la relación de espectador/generador de contenido artístico; estamos soltando el imaginario teatral, en este caso una materialidad llamada escenario, para convertirlo en pantalla. Esto nos permite atravesar el umbral e insertarnos en los espacios más íntimos y hasta me atrevería a decir, vitales del espectador, pues ingresamos a sus hogares por
medio de sus teléfonos celulares, sus tabletas y en muy pocos casos, sus televisiones inteligentes, que guardan, por así decirlo, la vida digital de nuestros espectadores.
Esto nos aproxima a una nueva realidad, creada específicamente para lo digital, generando nuevos escenarios que nos permiten descifrar otras oportunidades de la realidad , expuestas ya en nuestra antigua perspectiva, la perspectiva de lo teatral.
Hablemos por ejemplo del uso del tiempo. En este caso no solo hablamos de los ya conocidos aspectos del lenguaje audiovisual, que permiten dilatar el tiempo como Tarkovsky lo refiere en sus películas o adelantarlo y volcarnos a esta nueva realidad en la que la inmediatez y rapidez de la toma es fundamental para “atrapar al espectador”, habló también de los tiempos de nuestros espectadores que pueden ver nuestras piezas a lo largo de las horas, días, incluso semanas. Esto nos arroja a dimensiones completamente desconocidas, en las que nuestra costumbre más arraigada era pensar en el tiempo como un valor absoluto que debemos consumir desde que sube el telón, hasta los aplausos finales.
Los usos del tiempo en la quinta pared, se convierten en profundos espacios que nos permiten tergiversar lo real, mientras que en el escenario pertenecemos a un valor absoluto del tiempo, determinado desde el ingreso de los espectadores a la sala, hasta el aplauso final una vez concluida la presentación.
Continuará...