La rata entre cuatro escritoras y una antropóloga

Opinión
/ 15 septiembre 2024

La encontramos en el filo de la ventana cerrada de la cocina, en una esquina. Allí estaba ya inmóvil

Hermosa la rata. Color café. Sus ojos brillantes. Todo parece indicar que ingresó por la puerta principal frontal. Seguramente entraría a eso de las siete de la tarde, cuando ya había algo de penumbra y dejé abierto para cortar algunas flores de lavanda que colocaría, ya lavadas, sobre los platos blancos, como símbolo. Ese acto, cavilo, no me habría permitido ver su ingreso. De igual modo, dejé abierta la puerta al jardín trasero para que las escritoras contemplaran el naranjo y la vid que decoraba la pared con sus uvas esplendentes. Así las cosas, la rata creo, aguardó un tiempo prudente para entrar atraída por algún guiso o galletas en la cocina.

Llegaron las escritoras, nosotras sin saber, comenzamos a compartir alimentos y charla. En un momento, E señaló a mis espaldas y preguntó si yo tenía alguna mascota, le dije que no. Entonces, comentó tranquilamente algo así: “pues detrás de ti, por el piso, avanzó una rata muy grande, café. En ese momento me sobresalté. Igual se intimidaron un poco S y L. Todas giramos hacia esa dirección, así que me puse de pie para buscar a la rata; no encontré nada. Regresé a la mesa y E continuó con una frase similar a ésta: “soy muy respetuosa de todas las formas de pensamiento y pues como cada quien puede tener diferentes tipos de mascotas, pensé que tal vez, podría ser tu mascota”.

No imagino lo que E piensa de mí relativo al respeto y cariño sobre diferentes tipos de animales. En fin, volví a la charla que estaba por demás, interesante. Continuamos como si esa aparición no hubiera ocurrido.

Pienso en la rata como una figura que puede representar la intromisión de una idea, de una enfermedad, de un regalo incluso que no hemos solicitado. Así las cosas, pasadas dos horas salí para ir por la antropóloga a su trabajo, comentando que en la casa teníamos una rata. Inmediatamente dijo que ella no estaba dispuesta a compartir el territorio de nuestra casa con la rata y comenzó a cavilar el modo en el que se desharía de ella.

Era una rata de las 65 especies que se han distribuido por todo el orbe. Me acordé de Camus, de la peste bubónica, pero también de los gerbiles y del ratón pigmeo africano, del trabajo que hacen al horadar la tierra con sus madrigueras y permitir que se oxigenen las raíces de las plantas bajo tierra.

La antropóloga y yo ingresamos de nuevo a la casa. E ya había detectado el lugar exacto en el que la rata estaba. La encontramos en el filo de la ventana cerrada de la cocina, en una esquina. Allí estaba ya inmóvil. La antropóloga dijo que se ocuparía de ella inmediatamente; así que se colocó frente a la rata y nos comentó luego, que comenzó a enviarle mensajes en silencio, diciendo que la iba a sacar de allí. Cortó un garrafón plástico y transparente a la mitad y con una tabla de madera, se fue a seguirla. Sus ágiles movimientos permitieron atraparla inmediatamente, sin embargo la rata dejó afuera una parte de su cuerpo; el estar atrapada así, le provocaba un dolor que dejaba salir chillidos estrepitosos. Al introducir la tabla debajo, fue posible que sacara a esa pesada rata; fue hasta el jardín de la plaza para dejarla ir.

La reunión prosiguió. Todas comentamos sobre el valor de la antropóloga, quien ya estaba dormida en su habitación. Al concluir y despedir a las escritoras, inicié la labor de desinfección que se prolongó hasta entrada la madrugada.

Todo esto quedaría como una anécdota, si no fuera porque hace unos días volví a ver a la rata deambular por el jardín trasero. Estaba igualita en tamaño y en color, era ella. Al aproximarme huyó detrás de una pequeña escultura de granito que tenemos y no me fue posible encontrarla. A veces, en las mañanas la veo caminar por allí y otras, acercarse a la puerta de cristal que yace cerrada para colocar sus extremidades, como unas diminutas manos que buscan el ingreso. Seguro todavía está encantada con los panecillos de almendra y uvas que hiciera y cuyas sobras, por el papel sobrante destrozado, se comió. Desconozco si la rata sabe que aquí no será eliminada y eso la anima a querer incursionar. Sin embargo, la antropóloga, quien desde que nació y he visto crecer, ha defendido una gran diversidad de formas de vida, sabe que ahora estamos en un dilema. Seguimos dudando qué hacer. ¿Lograremos que se vaya finalmente?

El vocablo rata tiene origen incierto. Al parecer, proviene de la raíz indoeuropea red, de donde deviene rodere.

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