La timidez de Chopin, icono del Romanticismo y genio de la melancolía (II)

Opinión
/ 23 febrero 2024

Para un pianista promedio acercarse a las obras de los grandes compositores conlleva una jornada dilatada y dificultosa. Acceder a ellas está condicionado por un ramaje de variada naturaleza que implica una sólida formación musical: técnica, musicalidad, imaginación, conocimiento (lecturas), intuición, ingenio y dos últimos e imprescindibles elementos: disciplina y paciencia. Y esto vale tanto para los que desean tocar bien a Chopin, Mozart, Beethoven y Ravel, como para los que se embarcan en el fascinante mundo del Jazz, el Rock y demás estilos y estructuras en las que interviene el piano.

La obra de Chopin se distingue de la de sus contemporáneos por la variedad de estructuras musicales que cultivó, un inquietante y sofisticado lenguaje armónico y un revolucionario estilo de tocar el piano. Un reducido grupo de amigos de Chopin apreció y se percató del momento histórico que el compositor polaco estaba generando: el pintor Delacroix, los pianistas Schumann y Liszt, entre otros artistas que frecuentaban el piso del músico, en la rue de la Chausée d’Antin 38 (Liszt vivía a pocas cuadras, en la rue Lafitte).

A diferencia de los pianistas contemporáneos de él, que tocaban en salas y teatros de grandes dimensiones, Chopin prefirió interpretar sus obras en los salones y habitaciones de las casonas de París. Pocas veces se presentó ante públicos que sobrepasaran el centenar. Eso habla no solo del apocado temperamento del pianista, sino de su estilo de tocar tan original, ampliamente comentado y analizado por sus contemporáneos (qué fortuna para nosotros) por lo que en el presente es fácil reconstruirlo.

Dos características sobresalían en el estilo chopiniano: el rubato, novedoso en ese entonces, y su marcada tendencia clásica, que consistía en el refinamiento sonoro, alejado de las rispideces beethovenianas y las sonoridades desmesuradas de Liszt y sus alumnos. Otro rasgo notable en el estilo pianístico de Chopin era su dinámica tendiente a la tenuidad, a la falta de fuerza, derivada de la delicada complexión y condición enfermiza. Aun así, lo tenía todo: una técnica flexible, el uso del pedal que marcó un hito en la generación de la calidad y textura del discurso temático de sus piezas; la digitación revolucionaria que tiene que ver con la morfología de la mano y la construcción del teclado.

Lo que resulta asombroso es el punto de partida de toda esta novedosa técnica desarrollada por Chopin sin la tutela de un maestro. Salvo las lecciones básicas que recibió de Wojciech Zywny en su natal Zelazowa Wola, cerca de Varsovia, no tuvo en sus años mozos la presencia de un maestro formal que lo guiara en el arte de la técnica pianística. Este rasgo es uno de varios que lo erigen al rango de genio, aunado al de haber configurado la nueva escritura pianística; los elementos básicos de su estilo de ejecución, sus ya mencionadas innovaciones en la técnica de digitación y uso del pedal no cambiarán hasta el advenimiento de otros enormes genios, el galo Debussy y el ruso Prokofiev.

En su literatura pianística encontramos un sinfín de matices, caleidoscopios sonoros, texturas inquietantes, armonías desusadas, requiebros rítmicos, ingeniosos “arcos narrativos” que nos remiten al origen literario y poético de algunas de sus obras. Hay un par de ejemplos que ilustran este estilo señero del romanticismo musical: el Preludio no 2 en la menor, Op. 28. Esta pieza muestra una melodía fragmentada, la armonía es disonante, de quintas seguidas de acordes de sexta aumentada y séptima disminuida que denotan una angustiante atmósfera sumada a una indecisión tonal que persiste hasta los dos últimos compases de la pieza, donde, por fin, surge la evitada relación dominante-tónica de la menor. Otro ejemplo, tomado al azar, es su Concierto para piano y orquesta no 2 en Fa menor, Op. 21, en donde descubrimos a un Chopin pleno de lirismo. Su genialidad al estructurar y combinar el material temático con el virtuosismo que discurre en toda la obra denota a un compositor que domina, en plena juventud, la técnica pianística.

CODA

“... este gran romántico fue, más que cualquier otra cosa, un enamorado de la pureza clásica, y el más antigermánico de todos los compositores”. André Gide (sobre Chopin).

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