Las definiciones del arte II: De la magia a la mímesis
COMPARTIR
Anteriormente apunté cómo el “arte” ha sido un traje a conveniencia, utilizado de múltiples maneras y circunstancias. Hoy me remonto al homínido, y a la necesidad del ser humano de simbolizar su mundo, de establecer una comunicación sensible, incluso transdimensional, a través de lo que llamamos “magia”. Las tempranas manifestaciones simbólicas de hombres y mujeres “prehistóricos” coinciden en algunas imágenes mas no necesariamente en cronología; su denominación ha cambiado a lo largo de la historia, y quizá apenas se reconocieron formalmente como “arte” en el siglo XVIII, con el propio nacimiento de la historia del arte y de los museos, cuando la furia por las antigüedades llevó a los europeos a coleccionar y exponer en gabinetes de curiosidades artefactos tanto del pasado griego y romano (recordemos los descubrimientos de Pompeya y Herculano), como de lejanas civilizaciones.
El concepto de arte “primitivo” o prehistórico se asoció a poderes taumaturgos, es decir, sobrenaturales y milagrosos los cuales, bajo una óptica evolucionista y civilizatoria, persistieron en mayor o menor medida en el arte religioso. Esta primera definición de arte refiere al poder de modificar el entorno y traspasar dimensiones, donde no hay una frontera entre el mundo de los espíritus y el tangible. Tan marginal vemos ahora el papel del chamán o de los estados alterados de conciencia bajo los cuales se supone fue creado el “arte rupestre” o “de las cavernas”, que en la actualidad lo reducimos a ceremonias de ayahuasca, viajes de hongos o al consumo de psicodélicos por esparcimiento. Pero los chamanes en el alba de las civilizaciones jugaron un papel fundamental para dar un “salto cuántico” en la adaptación del ser humano y la creación de la escritura, lo cual sucedió en la revolución axial entre los siglos 10 y 8 antes de la Era Común, de acuerdo con Karl Jaspers.
Así, cuando llamamos a esas manifestaciones “arte”, cargamos a cuestas esas presunciones de prehistoria lejana, misteriosa y mágica”, porque la razón ha querido desterrar esta conexión suprasensorial, este modo de conocimiento del mundo que ahora sólo incorporamos a través del uso de sustancias o de la adopción de prácticas chamánicas o de meditación no occidentales.
Si para que haya arte se necesitan artistas, entonces los hombres de las cavernas no lo eran. No había escritura y por ende no poseían una inteligencia “superior”, o así consideró el sujeto eurocéntrico que ha tenido el poder de nombrar al mundo. Dado que quienes esculpieron o pintaron esas cuevas no dejaron documentos sobre su significado, éste permanece en las sombras, lo que al sujeto racional emergido de la Ilustración debió incomodar, y a nosotros en tanto sus herederos. Por ejemplo, para Robin Collingwood en su libro Los principios del arte, es un error definir el arte como magia. La magia es para él una representación ritualizada de una emoción con un sentido práctico, para reforzar la esperanza. Collingwood no se fía en el efecto de cambiar la realidad sino sólo en la acción ritualizada y su energía, y así señala que los deportes, banquetes, graduaciones o la religión involucran de alguna manera la magia (pero no son arte).
Y hablando de cavernas y sombras, refirámonos ahora a la de Platón. Resulta conveniente desplazar el misterio del arte rupestre para fincar el inicio del arte como tal en la definición griega, la cual también dista de lo que ahora llamamos arte. La palabra arte aparece asociada a techné o tekné, oficio para ejecutar algo con destreza, que transforma lo natural en artificial. En la base de esta concepción está la mímesis, es decir, la copia de la realidad, siendo la realidad superior a lo que para Platón eran los artistas “engañadores” de los sentidos y factibles de ser expulsados de su República. Aludo pues al famoso mito de la caverna, donde sólo se ven las sombras del mundo verdadero que es el de las ideas, según este filósofo ateniense.
Desde mi punto de vista, ni la magia ni la mímesis han perdido vigencia, incluso con las transformaciones que discutiremos sobre el arte actual. La pregunta que me surge ahora es si los circuitos contemporáneos del arte han dejado fuera ese poder mágico cuando, por ejemplo consideramos que el máximo recinto para exponer en México es Bellas Artes, o cuando se pagan más de 100 millones de dólares por una tela con pintura, dependiendo del autor...