Las definiciones del arte III: De incomprendido a diva
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Para Larry Shiner, en su libro La invención del arte. Una historia cultural (Paidos, 2010), existen dos concepciones de arte: una antigua, relacionada con la destreza para realizar algo; y la otra moderna, la cual informa mejor nuestra idea contemporánea del arte. La primera se relaciona con el sentido griego de artesanía y con una realidad sujeta a ser copiada, creando una ilusión con mayor o menor oficio. Esta es la concepción que perdura cuando hablamos de el “arte de la gastronomía” o el “arte de la guerra”; su uso es correcto y específicamente es un remanente de esa concepción de destreza que predominó hasta el siglo XVIII, cuando los creadores eran considerados más bien artesanos.
El libro de Shiner, profesor emérito de la Universidad de Illinois en Springfiield, es fascinante porque plantea el desmontaje del término de arte y su génesis a partir de la Ilustración, especialmente la separación de la idea de artesanía de la de “arte”. Aun así, hay en el Renacimiento antecedentes importantes de la moderna concepción del arte, por ejemplo, el reconocimiento individual de algunos creadores (Vasari escribió las primeras biografías de “arquitectos, pintores y escultores”), aunque su labor seguía siendo “artesanal”, es decir, sujeta a una función social y política, didáctica o utilitaria.
En la entrega pasada expuse la pregunta: ¿por qué se incluyeron las pinturas rupestres y los megalitos del paleolítico en los libros de Historia del Arte? A eso apunta la propuesta de Shiner: se incluyeron en el momento de la génesis de un concepto nuevo, el de las “bellas artes”, cuando la razón ilustrada y una visión clasificatoria y evolucionista quiso exaltar la autonomía del campo del arte para separarlo del mecenazgo y de la utilidad a los que había estado sujeto desde la prehistoria (incluso como magia), en la Antigüedad, el Medioevo, el Renacimiento y la Era Barroca. Y con el romanticismo surgió también la idea de la expresión artística como una necesidad vital (aunque Shiner no le presta mayor atención en su libro).
De esta manera, la libertad, la imaginación y la originalidad tomaron el palco principal, incluso en las vanguardias, cargadas de la idea romántica del genio incomprendido, que pasó de trágico a diva, mas ciertamente único. Repito: incluso la “ruptura” que representan las vanguardias o el acto multicitado de Marcel Duchamp de colocar un urinario en una galería en Nueva York en 1917, proviene de dicha concepción que se fue fraguando en los dos siglos anteriores: el arte que privilegia la autonomía, la originalidad y la novedad. Este gesto podría considerarse la cereza del pastel que culmina -mas no comienza- la depuración utilitaria del arte, incluso de la belleza, que resulta para Shiner otra creación del siglo XVIII mediante la categoría de “bellas artes”. Por cierto, fue Paul Oskar Kristeller, filósofo investigador del Renacimiento, quien en el siglo XX por primera vez menciona que la categoría de bellas artes no existía antes del siglo XVII.
Por su parte, la autonomía del arte no inicia con las vanguardias artísticas del siglo XX. Su origen se remonta al movimiento idealista decimonónico de “el arte por el arte”, el cual enconó la libertad artística en contra de la mímesis y del realismo académico. Su postura anti-utilitaria en contra del servicio del arte a favor de una ideología, llevó a sus defensores a abogar por el arte puro o desinteresado; al final, la propuesta era que el arte tiene un fin en sí mismo. Anteriormente fue Kant quien, en el juicio estético, desestimó la practicidad, es decir, la función social del arte; en él se ancló esta postura tan popular ahora en el sistema contemporáneo del arte.
En conclusión, nuestra idea del arte de transmitir sentimientos y una visión del mundo es heredera de esa rebelión y emancipación modernas que han permitido el ascenso del sistema del arte actual validado por museos, galerías, la crítica del arte, el mercado y la obra de arte como algo autónomo con vida propia y sin ningún fin más que el suyo propio. No obstante, esto que podría sonar a “el fin del arte” del filósofo estadounidense Arthur Danto, no considera que siempre, incluso este constructo, es consecuencia de circunstancias políticas, sociales, culturales y simbólicas ineludibles para su completa lectura y comprensión. Seguiremos con más sobre las vanguardias y la diversidad en las definiciones del arte...