Las formas de la reforma judicial: eso es lo relevante
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Sin rubor y recurriendo a las peores formas y vicios de la actividad política, la T4 ha consumado el asalto a la división de poderes contenido en su famoso ‘plan C’
La T4 -o sea, la transformación de cuarta- concretó en la semana una más de las obsesiones de su tlatoani: la reforma constitucional en materia judicial, a partir de la cual se plantea un modelo distinto -si acaso puede llamársele así- de impartición de justicia en el país.
Más allá de las nuevas reglas introducidas en la Constitución y la opinión sobre su contenido y alcances, resulta de la mayor relevancia el análisis de las formas utilizadas para concretar la instrucción girada desde Palacio Nacional a los soldados del régimen: aprobar la reforma sin moverle ni una coma.
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Para lograr la “hazaña”, los representantes de la nueva hegemonía política nacional siguieron el manual clásico de las satrapías: imponerse al margen del costo implicado en ello, lo cual implica despojar de cualquier virtud sus actos políticos, si ello fuera necesario.
Así, se agandallaron curules a las cuales no tenían derecho mediante la cooptación de las instituciones públicas responsables de interpretar las normas electorales; utilizaron las instituciones del Estado para amenazar, amedrentar y coaccionar adversarios políticos y no tuvieron empacho en intercambiar favores con aquellos a quienes cinco minutos antes acusaban de constituir lo peor de la sociedad mexicana.
Todo ello, desde luego, presuntamente amparados en la legitimidad de los votos obtenidos en las urnas.
Sin duda triunfaron el 2 de junio pasado y la mayor parte de los votos emitidos por los electores mexicanos fueron a favor de la continuidad de Morena en el poder. Conquistaron un segundo mandato en la Presidencia de la República y obtuvieron la mayoría de los triunfos en los distritos electorales del país y en las fórmulas estatales al Senado.
Pero ninguna mayoría obtenida en las urnas puede ser traducida en un cheque en blanco y, a partir de tal concepción, reformar el entramado institucional en cualquier dirección. Menos aún si ello se pretende hacer de espaldas al diálogo al cual obligan las más elementales formas democráticas.
A nadie debe extrañar, sin embargo, la actitud de los nuevos oligarcas mexicanos. Y no debe extrañar porque no nos han mentido. Pero no porque tengan un compromiso con la honestidad intelectual, sino porque su genética les obliga a ser involuntariamente honestos, es decir, les fuerza a decir siempre la verdad, aún cuando en un entorno en el cual privara la decencia ello implicaría darse un balazo en el pie. Me explico:
Los morenistas no son demócratas y están orgullosos de ello; por regla general -con muy contadas excepciones- ocupan el cabús intelectual de la sociedad pero para ellos eso es un timbre de orgullo; son escandalosamente corruptos pero consideran suficiente referir la presunta corrupción superior de sus adversarios para quedar justificados.
En síntesis: son orgullosos herederos de los peores vicios del peor PRI de la primera mitad del siglo pasado. No hace falta sino revisar la historia para encontrar una miríada de ejemplos en los cuales el PRI actuó exactamente en la misma forma en la cual se comporta hoy el morenismo.
Quizá -por solo quizá- exista un matiz entre las conductas del pasado y las actuales: el cinismo de hoy podría ser superior al de antaño.
Porque hoy, a diferencia de sus antecesores ideológicos, los morenistas no tienen ningún rubor en exhibir sus vicios y declarar sin ambigüedades su adscripción a lo peor del ideario político mexicano. Reconocen y reivindican sus modales como si se tratara de ejemplos a seguir. Incluso demandan el reconocimiento de los demás en ese aspecto.
Así nos aproximamos a la inauguración del “segundo piso” de la transformación de cuarta. Con un PRI redivivo en su peor versión pero encarnado en un conjunto de individuos moralmente contrahechos cuya perorata cotidiana está dedicada a recordarnos como nos están “salvando” de la catástrofe... continuaremos en el tema.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx