Lealtad al fantasma

Opinión
/ 24 febrero 2025

“Solo hay una aristocracia verdadera: la de los buenos amantes.Lo pensé entonces, llorando de placer,y lo sigo creyendo ahora, a pesar de todo lo que pasó”.

Cuando el escritor Augusto Monterroso se enteraba que alguien estaba escribiendo una novela comentaba con la jiribilla necesaria de quien devela una epifanía a su interlocutor ‘’¡Ah, te estás preparando para escribir cuento!” pues pretendía romper el apotegma de que la extensión de un texto es equivalente a su valía o complejidad, justo como lo hizo Jorge Ibargüengoitia cuando en la novela “Estas ruinas que ves” acusó a los ciudadanos de ‘Pedrones’ de confundir lo grandioso con lo grandote, paradigma que sigue aquejando a más de uno.

Esta inteligente defensa de las narraciones de corto aliento se sustenta en la condensación que requieren géneros como el de marras o la poesía, mismos que de facto se enfrentan al reto de crear una atmosfera intensa en pocas palabras sin admitir caídas estilísticas o ser redundantes, debido a que corren el riesgo de perder la atención de un lector tentado por los fáciles placeres del hedonismo tecnológico.

La brevedad de este género, lejos de ser consecuencia de la simpleza o la falta de elementos para extender una trama, representa el reto máximo al que se enfrenta cualquier fabulador: contar de manera breve el momento crucial de una vida, es decir, ese instante en el cual se genera una tormenta perfecta de la cual ni el propio lector puede (y debe) salir bien librado si da un paso en falso.

Así, ser conciso es un atributo que en la literatura no padece sobreoferta, pero por fortuna y en contra de los designios de la mercadotecnia editorial, es posible encontrar garbanzos de a libra como compilaciones de cuentos y de obras poéticas, cuyo requisito seminal es renovar el esfuerzo imaginativo para aclimatarse en cada relato, lo cual no es poca cosa ya que demanda un esfuerzo imaginativo a quien decide sumergirse en esas páginas y no nadar de muertito en un best seller.

Lealtad al fantasma es el más reciente libro de cuentos de Enrique Serna, meter la cabeza en las historias de sus salerosas páginas es adentrarse con paso sigiloso en una penumbra alcahueta para auscultar los meandros de la conciencia humana, así encontramos siete historias que parecieran distantes entre sí por gestarse en entornos sociales ajenos, pero que penden de un flagelante hilo conductor que actúa como denominador común: ceder la voluntad de decisión propia ante los oscuros devaneos de los invasores de almas, poniéndose por cuenta propia bajo la espada de Damocles.

En detrimento del libre albedrío, ponerse de pechito ante quienes –consciente o inconscientemente- quieren gobernar destinos ajenos genera tal vértigo que, muy al estilo de Milan Kundera, lejos de atemorizar a los sumisos, provoca seducción y atrae a sus víctimas potenciales para despeñarlas en la profundidad de fosas de deseos inenarrables para la moral de las apariencias.

Al recorrer las páginas, nos enteramos de los escarceos de un maestro perdidamente embelesado de su mejor alumna cual Pigmalión, las neurosis de una groupie que ejerce venganza por su hollywoodesca diosa mundana; las diatribas de un ombudsman, quien lejos de ser de hierro, saca el cobre al deshojar la margarita de los patanes; los conflictos maritales de una pareja de intelectuales unida por un lazo más fuerte que su ego: la codependencia de un animal que les hace abdicar a su capacidad cognitiva.

Aunado a ello, la mesa está servida con el drama de un donjuán despistado que termina cazado mientras acechaba una suculenta presa, las desventuras de un lumpen parisino enganchado con las drogas duras y, la cereza del pastel, una mujer ligando en Facebook para aspirar bocanadas del segundo aire que la alta sociedad se empecina en negarle.

Con su cuarto libro de cuentos, el autor despierta una elevada compenetración emocional con historias refrescantes y contemporáneas, sin dejar a la deriva a los protagonistas, ya que además de las carcajadas que arrancan por su matiz ridículo, es imposible no encontrar algo personal dentro de su empecinado comportamiento.

Reírse de su desgracia es, a la vez, burlarse culposamente de uno mismo y de la posibilidad de la otredad, pues al estilo de Freud, estas dosis de humor negro ayudan a sobrellevar los previsibles accidentes del ego y aquellas cosas que son tan amargas de tragar que si no lo haces, te destruyen. La decisión de ser faquir o mártir ignorado.

Atreverse a mirar en el lóbrego espejo de estas situaciones, aunque sólo sea de refilón, obliga al lector a pasarse por las armas del cuestionamiento a mansalva para averiguar si es el dueño de sus decisiones o también lo gobierna el ánima de un deseo oculto, desobediente y perverso.

Autor: Enrique Serna

Año de publicación: 2022.

Editorial: Alfaguara.

265 pp.

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