Ley DeSantis y la lucha por la candidatura republicana

Opinión
/ 5 julio 2023
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Apenas el día de ayer los diarios de circulación nacional daban cuenta sobre el incesante arribo de inmigrantes extranjeros a nuestro territorio; de acuerdo con reportes de diversas organizaciones de Derechos Humanos, decenas de personas originarias de más de cien países ingresan diariamente a territorio mexicano por el río Suchiate, en la frontera con Guatemala. La situación se ve agravada con el cierre temporal de 33 albergues a cargo del Instituto Nacional de Migración (INM) y el despliegue de 24 mil agentes norteamericanos dedicados a reforzar las acciones de contención en la frontera norte.

Como si el drama fuera poco, en los feudos del Tío Sam la crisis migrante se convirtió, una vez más, en el centro de la narrativa política y moneda de cambio rumbo a los comicios presidenciales que se avecinan. El inicio del mes de julio trajo consigo la entrada en vigor de la ya famosa Ley DeSantis en el Estado de Florida, la cual tiene como propósito frenar de manera efectiva la inmigración ilegal en el referido territorio. La estricta disposición legal promovida y promulgada por el gobernador de aquel estado costero, establece sanciones de prisión y multa a quien oculte, albergue o transporte a alguna persona que haya ingresado ilegalmente al país de las barras y las estrellas.

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También exige a las empresas que cuenten con más de 25 empleados verificar el estado migratorio de sus trabajadores y, por supuesto, establece penas a quienes ofrezcan empleo a extranjeros no autorizados. Además, invalida algunas licencias de conducir e identificaciones expedidas por otros estados a favor de inmigrantes en situación irregular y exige a los hospitales indagar sobre la condición migratoria de los pacientes al momento de su ingreso, para luego dar información a las autoridades correspondientes.

La historia parece repetirse. En 1994, con motivo de las elecciones en California, fue presentada la propuesta legislativa 187 con la cual se pretendía negar a los inmigrantes indocumentados los servicios sociales, médicos y de educación. La iniciativa fue aprobada en una consulta popular impulsada por el entonces mandatario de aquel estado, Pete Wilson, y −aunque esta no llegó a aplicarse− trajo consigo el recrudecimiento de los discursos y acciones de odio en contra de los inmigrantes a lo largo y ancho del territorio norteamericano.

Por su parte, en época reciente, Donald Trump utilizó la misma fórmula en su camino hacia la Casa Blanca; ante cualquier cuestionamiento, el magnate neoyorquino alegaba su intención de construir un muro fronterizo que, dicho sea de paso, sería pagado con dinero mexicano. La polémica propuesta le hizo ganar simpatías para conseguir lo que parecía imposible: primero la candidatura y luego la presidencia de los Estados Unidos.

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Dicen los que saben que para que la cuña apriete a de ser del mismo palo; así, el nuevo villano favorito de los inmigrantes, Ron DeSantis, pretende –recurriendo a idénticas prácticas– ganarle la partida a Trump para representar a las huestes republicanas en las elecciones presidenciales de 2024. Por lo pronto, tras sus recurrentes críticas al demócrata Joe Biden y la promulgación de la versión con esteroides de la ley antinmigrante de 1994, el gobernador de Florida ya logró colocarse en la palestra y es volteado a ver por propios y extraños.

Aquí en confianza, todo parece indicar que a los vecinos del norte los está alcanzando la realidad que desde hace años se vive en América Latina; acá, el debate ya no se centra entre izquierdas y derechas; las ideas liberales o conservadoras llegan a ser incluso irrelevantes. La verdadera lucha es entre el populismo y la república. Parafraseando a la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez, el populista recurre sistemáticamente a la creación de un enemigo del pueblo, el cual debe ser culpado de todos los males que aquejan a la sociedad. De esa manera, la retórica populista siempre irá cargada de mensajes de odio en contra del enemigo antipueblo que fue previamente concebido, lo que trae como consecuencia una mayor polarización social y, con ello, la ciega fidelidad de los seguidores hacia el líder.

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La cosa no es tan distinta; mientras que aquí el adversario lleva por nombre conservadurismo, oligarquía o mafia del poder, del otro lado del río Bravo el enemigo creado es el inmigrante indocumentado y sus familias. En tanto la terrible fórmula siga dando resultados, la narrativa xenofóbica continuará haciéndose presente en el discurso político; al final, lo que se persigue son votos y adeptos. Escribió Nelson Mandela: “Nadie nace odiando a otra persona por su color de piel, o su origen o su religión; la gente aprende a odiar porque así se lo enseñan”.

Nota: lo antes expuesto representa la opinión personal del autor

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