López Obrador y su vergonzoso ocaso

Opinión
/ 7 mayo 2024

Algún día, cuando Andrés Manuel López Obrador envejezca más, recordará su vida y los errores que en ella cometió. Al menos eso me sucedió a mí, y supongo que les sucede a todos. Entonces sabrá que uno de sus mayores yerros fue la persecución que al final de su sexenio desató contra María Amparo Casar. Más que error esa acción es una canallada, y da a ver con claridad la tendencia de AMLO a cerrar las puertas a su cerebro y abrirlas a su hígado. El acoso que sufre la activista tiene todos los visos de una alevosa campaña emprendida por López para cobrar venganza por la publicación de un libro de esa autora en el cual se exponen documentadamente los excesos e ilegalidades del caudillo. La activista, dirigente de un organismo ciudadano que lucha contra la corrupción y la impunidad, se hizo acreedora igualmente al senil rencor de López, quien azuzó a su jauría para que la persiga. Ha llegado al extremo, villano e ilegal, de hacer que sus secuaces revivan una dolorosa tragedia familiar, acontecida hace años, a fin de intentar hacer mella en el prestigio de una mexicana por muchos conceptos ejemplar. Vergonzoso se está viendo el ocaso del Presidente actual, que dejará de sí ingrata memoria no sólo por sus fallas, algunas de las cuales merecen el calificativo de criminales, sino también por su carácter atrabiliario y su talante absolutista opuesto a la ley y las instituciones. Mucho tiempo tardará México en reponerse de los graves daños que le infligió este hombre cuyas obsesiones personales dividieron al país y lo llevaron al atraso, a la anarquía y el caos, al descrédito internacional. Por eso, y por muchas razones más, digo que un voto por Morena es un voto contra México... Lord Feebledick regresó de la cacería de la zorra y encontró a su mujer entrepernada con Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de faisanes. A la vista del erótico cuanto ilícito espectáculo milord perdió su tradicional flema británica y le enrostró, furioso, al mocetón: “¿Para esto te pago, tunante?”. “No, señor –respondió el interpelado–. Pregúntele a milady. Ella le dirá que esto lo hago completamente gratis”. (Pero en horas de trabajo, cabrísimo grandón, lo cual viene a ser lo mismo)... Sonó el teléfono en la funeraria. Una voz de hombre le preguntó al empleado que tomó la llamada: “¿Es usted el de las pompas fúnebres?”. “Sí, señor” –respondió el encargado–. Ofreció el que llamaba: “¿No quiere que vaya a alegrárselas?”. Es indebido hacer supositorios, como dicen en el Potrero por decir “suposiciones”, pero pienso que el autor de tan grosera broma fue Capronio, sujeto ruin y desconsiderado que no sabe reír con su prójimo, sino sólo de su prójimo, y cuya amarga risa no suena a alegría, sino a cristales rotos. Como prueba de lo anterior recordaré la vez en que el menguado pasó con su suegra frente a una agencia funeral que exhibía varios ataúdes. Le preguntó en broma la señora al tipo: “¿Qué caja te gustaría para mí, yernito?”. “Ninguna de ésas –replicó el malvado–. Preferiría una caja fuerte”. En otra ocasión Capronio le dijo a su suegra que con motivo de su cumpleaños le iba a regalar un artículo eléctrico. Preguntó ella, ilusionada: “¿Qué clase de artículo eléctrico?”. Precisó el grosero: “Una silla”... El señor leía en el periódico las noticias acerca de los disturbios en las universidades norteamericanas. Comentó: “Las minorías merecen respeto y consideración”. Su hija se alegró: “Qué bueno que pienses así, papi, porque una encuesta reveló que el 72 por ciento de las chicas de mi edad son vírgenes, y yo estoy en la minoría”... FIN.

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