Los cien años de la Secretaría de Educación y la Atenas de México

Opinión
/ 17 octubre 2021

Una entre muchas de las cosas buenas que trajo la Revolución mexicana fue la creación de la Secretaría de Educación y su primer secretario, José Vasconcelos. Mucho se ha estudiado el pensamiento educativo de ese humanista oaxaqueño que realizó, primero desde la Universidad Nacional y después desde la Secretaría de Instrucción Pública, una de las más grandes reformas educativas y culturales en México.

Miembro del Ateneo de la Juventud, una generación de jóvenes intelectuales que en 1906 ya expresaba sus inquietudes en la capital del País, donde se educaba en medio del fragor revolucionario y donde en plena lucha empieza a producir. La labor educadora de esos jóvenes inquietos consistió entonces en representar obras de teatro y dictar conferencias públicas en los barrios y en las librerías de la Ciudad de México con la idea de llevar a todos la cultura. Alguno disertaba sobre la arquitectura virreinal, otro sobre la música popular mexicana, la novela nacional o los aspectos generales de las letras patrias, y otros más sobre el mexicanismo de algún reconocido autor colonial o las corrientes filosóficas del momento. A ese grupo perteneció Julio Torri, el excéntrico escritor saltillense creador de los más bellos poemas en prosa de la literatura mexicana. En diversos títulos de su vasta “Visión de México”, Alfonso Reyes narra las actividades y los ideales de aquel grupo del que él mismo es pieza clave. En “Pasado inmediato” dice: “Era aquella una generación de ensayistas, filósofos y humanistas autodidactos... inspirados en el afán de renovar”, y señala que parece increíble que en aquellos días, que califica de “aciagos”, cada uno de sus miembros pudiese realizar sus ideales y su vocación literaria. De Torri expresa que parecía aprovechar “el fuego mismo del incendio para armar sus trascendentales castillos de artificio”.

A la Revolución, Coahuila no sólo le dio presidentes de la república, revolucionarios armados y caudillos valientes. Desde sus propias trincheras, los intelectuales coahuilenses contribuyeron grandemente a la revolución de las ideas y a la reconstrucción de las instituciones educativas. Miguel Alessio Robles, saltillense, hermano de don Vito y secretario del presidente interino Adolfo de la Huerta, le dijo un día a éste, delante de Vasconcelos: “Dale un nombramiento a Vasco para que se ocupe de la Universidad”. Y Vasconcelos se ocupó. Y puso a Julio Torri en el departamento editorial y juntos sacaron los conocidos “clásicos verdes” que pusieron en manos de todos a Homero y los trágicos griegos que de otro modo nunca hubieran conocido.

En el gobierno de Obregón se creó, en 1921, la Secretaría de Instrucción Pública, que está cumpliendo un siglo. Vasconcelos fue el primer secretario, y desde ahí el oaxaqueño consolidó su obra educativa y se constituyó él mismo como el gran reformador de la educación mexicana. La nueva secretaría le permitió realizar la primera reforma educativa de grandes dimensiones después de la Revolución y fijó las líneas directrices para la educación mexicana contemporánea. Vasconcelos creyó siempre que el estímulo a la educación era el medio adecuado para alcanzar la meta del desarrollo y el bienestar de México, premisa que a veces olvidan los gobiernos mexicanos.

A Vasconcelos, quien vivió en su infancia en Piedras Negras, Coahuila, se le atribuye haber acuñado a su paso por la ciudad, en su campaña por la Presidencia de la República en 1929, la famosa frase: “Saltillo es la Atenas de México”, por sus instituciones educativas de renombre nacional como el Ateneo Fuente y la Escuela Normal de Coahuila, a las que después se agregó el Instituto Tecnológico de Saltillo. La expresión fue acogida muy seriamente por los saltillenses de la época y las acciones educativas encaminadas a ella al pie de la letra por mucho tiempo, pero como otras frases de don José, se volvió polémica al pasar de los años, los casi
cien de haber sido pronunciada por Vasconcelos.

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