Los metarrelatos y el Indio Azteca

Opinión
/ 23 octubre 2022
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Las sociedades de cualquier tiempo asientan sus bases en las tradiciones, que son la hoja de ruta que siguen los pueblos en sus formas de vida. Ese es justo el “tradere”, es decir, la comunicación de cómo debe ser la vida de generación en generación. Es una regla donde subyace lo que técnicamente en el postmodernismo se denomina metarrelato, por estos días no sólo invitado a cuestionarse, sino a desaparecer.

Para fines prácticos, ha sido la forma de conservar el statu quo del poder y de quienes lo detentan. En el tema religioso, en el político, en el económico y en todos los ámbitos hay discursos que soportan las estructuras hegemónicas que presentan las amenazas a través de instituciones y organismos creados ad hoc para preservarlos. Es todo lo que por siglos ha sostenido a la sociedad basado en lo que llamamos costumbres y tradiciones; hoy sigue reformulándose. En algunas ocasiones basado en el desafío por el desafío mismo y en otras por la necesidad que tenemos de vivir en una sociedad más igualitaria.

Así, al paso del tiempo, hemos visto derrumbarse muchas “tradiciones” necesarias e innecesarias. Michel Foucault, Giorgio Agamben o Pierre Bourdieu analizan el tema del poder, que no sólo se da de forma operativa en el Estado como biopolítica –como una metodología de control de la población a partir del miedo y el terror– como lo vemos, sino que se encuentra de forma transversal y en cadena en todas las organizaciones que determinan la forma de vivir en los pueblos.

Estamos, como dirán los posmodernos –Lyotard, Habermas y Vattimo– ante el fin de los grandes metarrelatos. Y así, históricamente se ha cuestionado el cristianismo, la ciencia, el evolucionismo, el hilemorfismo, la vida eterna, la física cuántica, la guerra, la paz, la autoridad de los gobernantes, el heteropatriarcado, los binarios y por ende el papel de la mujer en la actualidad, entre otros tantos temas, bajo la premisa de la duda metódica cartesiana. El problema es que tratando de acabar con las grandes narrativas, como diría Lyotard, la incredulidad hacia éstas acaba siendo vista como una narrativa en sí misma, y así volvemos a comenzar.

La provocación de esta reflexión fue lo ocurrido recientemente en Monterrey, en una cantina tradicionalmente asistida por varones desde hace 102 años. La cantina se llama el “Indio Azteca”. La semana que pasó se constituyó en tema,
por el trasfondo y la analogía que representa el evento. No fue estrategia comercial, fue una irrupción consensuada, intencional o como usted quiera, donde se puso a prueba el statu quo. ¿Cómo podría tratarse la irrupción de un grupo de varones en un lugar exclusivo para damas, por ejemplo?

Sin lugar a duda es un tema bastante complejo, pero es una temática que con el tiempo, y estoy seguro que en muy corto tiempo, tendremos la oportunidad y la posibilidad de ver cómo se solucionan, otra vez, esos metarrelatos donde el tema de la paridad debe colocarse
en su real sitio y acomodarse a los tiempos. Lo mismo podría pasar, en cualquier ciudad del País, donde hay lugares tradicionalmente exclusivos para varones y para mujeres.

El punto fue que cinco chicas entran a el “Indio Azteca” y no se les atiende en primera instancia. El contexto es que desde la Revolución mexicana ha sido visitada sólo por varones. El mesero les invita a ir a una de sus sucursales en San Pedro, donde sí se permite la entrada a mujeres, el argumento es que no hay baños para mujeres. Ellas se niegan a retirarse y los responsables hacen lo políticamente correcto. Toman la orden y ese hecho hace que una tradición más reviente, en este caso, ante una lucha que tiene como objeto la reivindicación y la legitimación de las mujeres en todos los ámbitos. ¿Comenzamos a asistir a un nuevo tiempo?

O como hasta el momento la situación se encuentra en el plano de la moralidad, ¿por cuánto tiempo durará más aquello de “nos reservamos el derecho de admisión en cualquier espacio público?

Por supuesto, el tema es una analogía que se repite en una buena cantidad
de lugares y establecimientos, donde se cancela la entrada de distintos grupos humanos comenzando por temas de
apariencia y poder adquisitivo, en el que el código postal juega el papel más importante.

Sería una pena que lo que se vivió
en el “Indio Azteca” sólo tuviera que ver con la pregunta de si en el futuro tendrán que cambiar la costumbre de permitir en la cantina la entrada solamente a varones o si en un corto plazo debe de construirse un baño para mujeres. ¿Qué habría pasado si en vez de haber entrado cinco chicas, una de ellas actriz, de
piel blanca, con ropa de marca, conocedoras de sus derechos, con buen nivel de discurso, hubiera entrado el mismo número de chicas, pero sin esas mismas características?

Finalmente, los metarrelatos, como dirán algunos posmodernos, representan discursos totalizantes que sostienen y soportan las estructuras de injusticia y de dominio que más temprano que
tarde serán cuestionados; como han sido cuestionadas muchas de las grandes “narrativas” que sólo sirvieron para condicionar y controlar a los pueblos en distintos momentos de nuestra historia. Así las cosas.

fjesusb@tec.mx

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