Los mexicaneros
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Con el argumento o más bien pretexto de los novohispanos de promover que los indígenas que habitaban en el septentrión de la Nueva España vivieran de manera sedentaria y pacífica, ya que el propósito real era encontrar minas de oro y plata, se promovieron migraciones de indios madrineros, tal fue el caso de los tlaxcaltecas que fueron insertando en el siglo 16 en numerosos lugares aledaños a la Sierra Madre Occidental. Algunos poblamientos están debidamente registrados por ser Nuevas Tlaxcalas; otros surgieron sin la parafernalia de una fundación y, por lo agreste y peligroso de los espacios en que estaban asentados, desaparecieron sin ser parte de la historiografía regional. Otros poblamientos fueron subsumidos por otros pueblos aborígenes. El mestizaje entre individuos de naciones indígenas de Aridoamérica y de ellos con criollos se fue dando de manera evolutiva y lenta luego de su encuentro.
La aculturación de los indígenas se gestó a la par del sincretismo, lo que se puede observar en las manifestaciones de índole religioso que siguen vivas, pero siempre con la presencia de la interesante cosmovisión indígena.
La doctora Neyra Patricia Alvarado Solís, en su libro de muy largo título y más aún enorme y rico contenido, “Titailpí...Timokotonal, Atar la Vida, Trozar la Muerte: El Sistema Ritual de los Mexicaneros de Durango”, ofrece una visión asertiva, documentada e innovadora la raigambre etnológica y antropológica de estos hombres y mujeres con quienes convivió durante diez años en San Pedro Jícora, Durango. Tuve el privilegio de presentar este libro el día de ayer en el Museo de la Ciudad, en la capital de este estado.
Desde la autora con perspectiva de género, la obra es un bordado en el que se hilvanan los blancos hilos de algodón o los negros hilos de lana para explicar con nitidez cómo se ata la vida y cómo la muerte la troza, según la cosmovisión de los mexicaneros que fueron muy probablemente un reducto de aquellos tlaxcaltecas subsumidos por los aborígenes locales del semidesierto.
En el libro se plantea cómo el sistema cosmológico da marco al génesis de la vida, pero también al componente del inframundo.
El antropólogo francés Jacques Galinier en el prólogo habla elogiosamente de esta obra que fue producto de una mirada holística, cuyo contenido nos va llevando de forma ágil teniendo como instrumentos metodológicos con datos duros, mapas alusivos a los temas y fotografías en un contexto en el que la mujer símbolo lo es todo, desde la concepción del ser en su nacimiento en la que la madre tierra es la depositaria absoluta de la muerte.
Los ritos de la expulsión del alma que llaman a las lluvias para transitar luego a la temporada, son sencillamente mágicos y los documenta la doctora Alvarado de manera magistral. Las ceremonias agrícolas de los mexicaneros se aparejan a los tiempos de cosecha. El nahual aparece como figura central del gran relato. La autora, de origen michoacano, narra las manifestaciones de los mexicaneros ligadas al venado desde su baile de vida y también la costumbre del tamal en su honor cuando muere; nos hace ver la analogía en Semana Santa de la persecución de Cristo por los judíos haciendo un paralelismo con un ritual de caza donde los judíos son animales.
En esa región en los límites de los estados de Durango, Jalisco, Nayarit y parte de Zacatecas pervive la comunidad de San Pedro Jícora, municipio de El Mezquital, Durango, en la que se habla náhuatl y en la que, en los mexicaneros, confluyen las esencias de coras, huicholes y tepehuanes. Esta evidencia nos habla de una riqueza que se ha sostenido a lo largo de los siglos y que debe ir más allá de ser objeto de estudio para mejor recibir apoyo para la conservación de su patrimonio cultural.