Lozoya: mal de muchos...
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“Mal de muchos, consuelo de tontos”, dice el popular refrán que al parecer proviene de la frase “Mal de muchos dicen que es consuelo, y el bien de pocos también es dicha”, escrita por el teólogo español jesuita Juan Eusebio Nieremberg en el siglo diecisiete. El padre Nieremberg trascendió especialmente con sus obras relacionadas a la historia natural, pero también por sus observaciones sobre la política y la moral, con frases que podrían recordarnos al filósofo de Güémez (Ramón Durón Ruiz), aquel que dijo: “Andamos como andamos, porque somos como somos”; “se está muriendo mucha gente que no se había muerto antes”; “lo que es es... y lo que no es, no es”; “el uno siempre va antes del dos, pero en el veintiuno, se fregó el uno”; “todo tiempo pasado fue anterior”; “lo que está bien, no puede estar mal”.
Hace unos días, las redes sociales se inundaron de fotos, memes y mensajes relacionados a la aparición en un restaurante del señor Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, parte del equipo cercano de Peña Nieto y principal eslabón del caso Odebrecht en México. Ese caso de corrupción es solamente la punta del iceberg de lo que ha sido la rampante corrupción en México. Por las últimas décadas, decenas, tal vez centenas, de miles de millones de dólares han sido desviados, robados, lavados, concesionados, regalados o mágicamente desaparecidos de las arcas de entidades públicas, en todos niveles, a lo ancho y largo del País, en sexenios del PRI o del PAN a nivel federal y de todos los demás a nivel estados. Para cualquier mexicano con tres neuronas, Pemex ha sido por décadas el principal botín de los gobiernos y así lo trató Lozoya (y EPN). Dinero en cantidades industriales que se desviaba a sindicatos, a contratistas favoritos, a compadres, a administradores de todos niveles, al partido. Era tan burda la operación de esos desfalcos que debería dar vergüenza. Anuncios de Pemex cuando Pemex tenía el monopolio absoluto del petróleo y gasolinas. Campañas de publicidad que se aceleraban en épocas electorales usando a medios que eran no sólo beneficiarios de la corrupción, sino cómplices que medio lavaban su reputación a través de editorialistas o presentadores críticos del sistema. Transferencias a sindicatos que eran desviadas a partidos. Lo mismo sucedía en otras entidades de gobierno. El presupuesto público era (¿sigue siendo?) un botín de aquellos en el poder y no un mecanismo de asignación responsable y honesto de recursos para atender las necesidades del País o las intenciones del plan de desarrollo del gobierno. Eso es un valor entendido y, hasta la fecha, la justicia que se ha impartido dista mucho de dejar tranquilos a los ciudadanos. A manos de la corrupción (y los corruptos) perdimos no sólo esos miles de millones de dólares, perdimos también varias décadas en el que países con niveles similares de desarrollo (y corrupción) nos dejaron atrás. Vemos ya sin sorpresa como el nombre de México aparece en el sótano de los índices de percepción de corrupción. Este año se publicó el reporte de Transparencia Internacional 2020 que ubica a México en el lugar 124 de 180 países en su índice de percepción de corrupción. Pasó de noche; pocos se detuvieron a ver qué significa, a nadie parece importarle y sólo ponemos el grito en el cielo cuando Lozoya, sujeto a proceso judicial, salió a comer pato. Muchos dirían que ese lugar 124 es resultado tangible de la 4T; “son iguales que los de antes”; “son los mismos”. Y sí, es probable que sean iguales o sean muchos de los mismos, pero el resultado de 2020 es mejor que el de 2018, cuando México fue 138 de 176. También es, junto con 2019, la primera vez que se observa una tendencia “favorable” en ese reporte. Hay que señalar que en 1995 México era el lugar 35; en 1999 el 58 de 99; en 2006 el 70 de 163; en 2012 y 2016 el 105 y 123, respectivamente, de 176. ¿Ves la tendencia? Corea del Sur era el 27 de 41 en 1995, muy cerca de México. Pero es el 33 de 180 en 2020. Con frecuencia minimizamos la corrupción que impera en México pensando que hay otros países que también tienen mucha corrupción. Aplicamos a la perfección eso de “mal de muchos, consuelo de tontos”. Nos urge vernos en el espejo y recordar que muchos conocemos a alguien que hizo negocios con tal o cual gobernador, tal o cual alcalde, tal o cual presidente, secretario o director de paraestatal, gente que hasta venerada era. Ahora estamos escandalizados (sí con razón, pero no con la proporción adecuada) por alguien que no es más que un grano de arena en el mar de la corrupción. ¿Será que la 4T es responsable de habernos llevado de ese lugar 32 en 1995 hasta el 138 en 2018? No creo. Que tire la primera piedra el que haya realmente combatido la corrupción y los que están hoy más vale que barran las escaleras como prometieron. Los mexicanos estamos cansados de simulaciones.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com