Marcelo y Ramírez Marín, dos aspirantes extraviados
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Como todo en la vida −y más en la política− es indispensable tener claridad de quién es uno. No es sencillo. Se cruzan expectativas con realidades y resulta inevitable ser generoso con el juicio hacia uno mismo, llevándonos con frecuencia al error; además se requiere entender la circunstancia, que frena o impulsa. Los más recientes casos paradigmáticos de extravío por falta de entendimiento sobre qué son y qué representan, corresponden a Marcelo Ebrard, aspirante a presidente, y a Jorge Carlos Ramírez Marín a gobernador.
La aspiración ni la legitimidad de la pretensión de llegar al poder son discutibles. La cuestión es la circunstancia y la competencia. Ebrard ha sido un alto funcionario por largo tiempo y gobernó con acierto la Ciudad de México, logro empañado por el desastre de la Línea 12 del Metro; ambiciosa obra emblemática que se le volvió en contra; podrá invocar el deficiente mantenimiento y cualquier otra cosa no imputable a él y los suyos, pero la evidencia muestra que no se hicieron bien las cosas. Aun así, López Obrador le rescató y dio una importante responsabilidad como secretario de Relaciones Exteriores. Ebrard se confundió, pensó que era un primer abono de un adeudo mayor: la candidatura presidencial. En política no hay deudas y la gratitud se procesa a través de los intereses.
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Ramírez Marín es un político local que a partir de su oficio político y prestigio como legislador pudo llegar al gabinete de Peña Nieto, nada para presumir. Su reputación es mayor en el centro que en Yucatán. A pesar de ser el único senador priista de mayoría, en 2021 fue severamente derrotado por Renán Barrera en la elección de Mérida, quien será candidato del PAN y seguramente del Frente. No se explica que el senador buscara ser alcalde de Mérida en condiciones adversas. Desde ese entonces se advierte, a pesar de su experiencia, la falta de claridad para actuar en la disputa electoral. Algo semejante ocurrió con Víctor Cervera Pacheco, quien pretendió ganar la elección de presidente municipal de Mérida después de ser gobernador y fuera derrotado por un candidato muy menor, a contrapelo de su reconocimiento como uno de los mejores mandatarios de Yucatán. En política no hay justicia, menos en el plano electoral.
Dante Delgado ha señalado que Marcelo Ebrard podría ser postulado por Movimiento Ciudadano como candidato presidencial en enero próximo. Ante la ausencia de opciones por la imposibilidad de que Samuel García, gobernador de Nuevo León sea postulado, no está mal para Dante tener a Ebrard como opción. El problema es que eso divide a MC y, por otra parte, no queda claro que el aspirante esté decidido a representar una auténtica postura opositora, más bien se asume, al menos hasta ahora, como una alternativa dentro del oficialismo, que no lo lleva a ninguna parte. A valores entendidos con AMLO, a quien le profesa amistad y reconocimiento, pareciera representar un intento de dividir a la oposición; sin embargo, Ebrard da para más y generaría no sólo una fractura (si se quiere menor), sino la idea de algo podrido en el obradorismo.
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Ramírez Marín, como muchos otros priistas que buscan migrar a Morena a través del Verde, pretende mantener vigencia política. Las formas y modos de la dupla dirigente Moreno/Moreira ha fracturado al de por sí muy disminuido partido y ofrece razón para abandonar al PRI, aunque no sea la causa. El tema para Claudia Sheinbaum es discernir ¿qué representan?, ¿qué aportan?, ¿para qué sirven?
La congruencia es una divisa escasa de siempre en la política. La reinvención de los tránsfugas sin sustancia personal para transitar a un nuevo plano político normalmente es un largo e incierto proceso, y en Marcelo y Jorge Carlos poco valor existe sin estar arropados por el proyecto político que les dio cargo, encargo, presencia y prestigio. Ellos por sí mismos, al menos en votos, valen considerablemente menos de lo que creen. En el mejor de los casos son utilería para terceros. Una tarea indigna, pero consecuente con la expectativa de sobrevivir y acometer la adversidad propia. Por su parte, los priistas debieran entender que Morena no los necesita y muchos, por lo que son o representan, no los quieren a pesar de compartir varios modos, hábitos, prácticas y creencias o, quizá... por eso mismo.