México creo en ti
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Vivir en México es radicar en el paraíso
Imaginamos otro país posible. Multicultural e incluyente. Sin la necesidad de mendigantes institucionalizados. De indicadores criminales por debajo de los estándares de la media internacional.
A ese México donde el obrero despierta temprano. Se le paga lo justo. Abonan a su cuenta del retiro el sueldo completo. Sin las simulaciones o las dobles contabilidades. En barrios de vivienda limpia, cómoda y decente.
Cada mujer trabajadora sin acoso masculino o femenino. El salario equitativo al par del genero opuesto. Capacitadas constantes. La productividad habla por sí misma de las jornadas esforzadas.
La inflación en los productos básicos por debajo del poder adquisitivo. Hasta para construir ahorros en las instituciones financieras.
Los torbellinos de especuladores internacionales, de bajas en las posibilidades crediticias y de crecimiento no tocan tierra en el territorio nacional.
Pasan de largo. Destruyen economías corruptas, frágiles y enquistadas por grupos políticos con vínculos en el crimen organizado.
Nuestras Universidades ubicadas en las mejores del mundo. Incluso las particulares. Las subsidiadas con dinero gubernamental cuentan con la mayor cantidad de investigadores, programas científicos de avanzada y alumnos de excelencia mundial.
Nada de fuga de cerebros. Vivir en México es radicar en el paraíso. No solo en las zonas turísticas. Sino hasta en los ejidos. Allá existe agua potable, internet, telefonía fija, medicina de tiempo completo y docentes formados en la misma región.
Ese es el reclamo para el siglo XXI. No es nada nuevo. Lo pidieron los muralistas como Rivera, Khalo, Siqueiros, Orozco. Escritores del tamaño de José Revueltas, Juan José Arreola y muchos de los españoles nacionalizados durante la época franquista.
Nuestro ideal confía en la generación desencantada. De renovar las conciencias. No solo gentrificar la pobreza. Pagar por muladares de tercer piso en colonias de medio pelo en la CDMX, Monterrey o Guadalajara.
Poetas de la economía boyante. Aguerridas de ni una más. Nuestro voto de confianza. Lo hemos de ver. Estoy seguro.