Mi segunda década profesional: mi carrera ejecutiva

Opinión
/ 17 enero 2025

Elaborar leyes y ponerlas en práctica fue una etapa fundamental para mi carrera profesional

En 2000 iniciaba un nuevo periodo constitucional en los poderes del Estado. Como secretario general del Pleno del TSJ, recibí la invitación del entonces gobernador Enrique Martínez y Martínez para desempeñarme en el área jurídica de su gobierno. En lo personal, tenía dos alternativas: continuar mi carrera judicial como juez porque estaba en el primer lugar de la reserva, o bien, tener una nueva experiencia profesional en el gobierno. Opté por aprender la función prelegislativa y ejecutiva que le corresponde al Poder Ejecutivo.

Fue una nueva, retadora y diferente etapa profesional. En la formación tradicional de las escuelas de leyes no enseñan a los juristas la teoría de la legislación, mucho menos la perspectiva de las políticas públicas. Sin embargo, son materias fundamentales para poder desempeñarte en la Consejería Jurídica del Ejecutivo. Décadas después, entiendo el porqué en mis cursos de Teoría y Filosofía del Derecho tengo un énfasis especial en esas áreas del conocimiento jurídico: los juristas deben aprender a hacer normas adecuadas e implementarlas en la práctica de manera efectiva.

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En el inicio del siglo 21, el contexto político en México era interesante. Por primera vez se vivía la alternancia política en la Presidencia de la República. Las entidades federativas, por tanto, comenzaron a desarrollar con mayor libertad y pluralidad sus facultades para definir su régimen interno. El cambio político se intensificaba.

Me tocó, por tanto, coordinar durante ese sexenio todos los trabajos de las reformas constitucionales en diferentes materias: municipal, electoral, participación ciudadana, justicia constitucional, transparencia, entre otras.

Mi función no sólo era hacer leyes con rigor jurídico y técnica legislativa, sino también entender en forma prudente el ejercicio político del poder para acordar las iniciativas del Ejecutivo: aprendí a escuchar los intereses de la sociedad, a promover su consulta y deliberación pública con reglas plurales e inclusivas y llegar, por tanto, a los consensos políticos necesarios para construir la voluntad general.

Aprender a hacer política para transformar la realidad y lograr los fines de una sociedad democrática, es algo que se aprende desde el Poder Ejecutivo. Por lo regular, esta tarea del Estado pocos juristas la entienden. Piensan que el Derecho sólo implica conocer los métodos de interpretación legal. No. Es necesario, además, dominar muchas otras disciplinas sociales (sociología, economía, antropología, política, etc.) para tener una mejor comprensión de la ciencia de la legislación.

Aprendí, asimismo, a concretar el Derecho en la realidad. No es lo mismo hacer la ley que ejecutarla. En la esfera administrativa debes elaborar reglamentos, decretos y políticas públicas para hacer realidad los fines de la ley.

Fue una gran experiencia. La mayoría de los procesos de reingeniería y modernización administrativa, me tocó coordinarlos jurídicamente, por lo que esa etapa me permitió tener mejores conocimientos para entender que no basta con hacer una ley, sino que es necesario construir condiciones institucionales, culturales y sociales para llevar a cabo su debida implementación.

Sin duda, elaborar leyes y ponerlas en práctica fue una etapa fundamental para mi carrera profesional. Con el tiempo, tomé cursos de posgrados en esas áreas que me han permitido acumular una mayor experiencia en diferentes momentos de mi servicio profesional de elaborar reformas legales, nacionales como locales.

Mientras desempeñaba mi función ejecutiva, seguía al pie de la letra el decálogo del abogado; seguir estudiando, pero otras ramas del Derecho relacionadas con mi función: administrativo, financiero, seguridad social y tratados de libre comercio.

Esta etapa en el poder ejecutivo me permitió entender la complejidad de hacer normas y aplicarlas de manera efectiva. El jurista no sólo debe saber interpretar la ley, sino crearla e implementarla para lograr los fines de la voluntad general.

DILEMAS PROFESIONALES

Toda etapa profesional se cierra y abre nuevas oportunidades. En mi caso la experiencia en el Poder Ejecutivo me dio la oportunidad de decidir tres caminos: 1) Ir a una candidatura de legislador local; 2) Regresar al Poder Judicial a una magistratura; o 3) Irme a estudiar el doctorado.

Opté por la tercera: estudiar en el extranjero con mis propios recursos. Preferí prepararme más en lugar de continuar mi carrera en el servicio público.

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Una regla de oro. La función pública, por definición, es temporal. Mi padre me enseñó tres consejos a seguir: 1) Nunca tener cosas personales en tu oficina; muchos le agarran cariño y piensan que ese lugar les pertenece; 2) Nunca guardar papeles en los cajones porque eso significa que no resolviste los problemas y sólo los archivaste; algún día te pueden llamar a rendir cuentas si dejaste pendientes; y 3) Siempre tener la renuncia firmada porque cualquier día te puedes ir.

Como he seguido al pie de la letra esa recomendación, preferí construirme alternativas profesionales que dependieran más de mis méritos.

Eso me permitió abrir la tercera década profesional: mi vida académica y de consultor independiente que te compartiré la próxima semana.

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