Mini-AMLO’s. Parte 2

Opinión
/ 21 junio 2022
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Decíamos que hay políticos cuya influencia, estilo y probado éxito hacen escuela.

Lo que resulta en consecuencia es una nueva camada de clones imitando las fórmulas y recetas que tan bien le funcionaron al modelo prototípico que rompió paradigmas, avasalló a sus adversarios y entusiasmó a las apáticas masas.

Bueno, decir que “rompen paradigmas” es un tanto exagerado cuando lo que hacen es desempolvar los viejos paradigmas que por bochornosos cayeron en el desuso y están inscritos en el salón de la infamia de la Historia.

Me refiero al tinglado retórico en que cimentan su popularidad: Una promesa restaurativa; la creación de un enemigo mítico a vencer, responsable de todos los males que aquejan al pueblo bueno; decretar que su administración/régimen constituye un nuevo punto de partida; y una exaltación nacionalista mal entendida, xenofóbica.

Y sí, nuestro ejemplo más a la mano es sin duda el político mexicano más exitoso de los últimos tiempos y conductor de la tele-revista matinal más aburrida en la historia de la televisión mundial, Andrés Manuel López Obradiurs. Su modelo ideológico no difiere en mucho del que enarbolaron “grandes líderes” (comillas necesarias, ¡es ironía!) como Mao, Stalin o el señor del bigotito chistoso.

Bueno, nuestros contemporáneos, como herederos de aquellos auténticos cabronazos de la vieja escuela, generan a su vez una nueva camada de politiquillos con esos mismos rasgos, deseosos de probar suerte en las artes del populismo. No olvidemos que los mueve el indiscutible éxito de sus predecesores derivado de su especial habilidad (casi un don) para hacer clic con el electorado.

Por supuesto, replicar el éxito de esos monstruos de la demagogia no es sencillo, aunque en apariencia es sólo aderezar la arenga con ciertas claves discursivas, es un poco como alcanzar la fama: más circunstancial y azaroso que un acto de la voluntad. No es sencillo replicar su éxito, pero igualar su legado eso sí, es de lo más fácil, ya que se reduce a no hacer absolutamente ni madres y a culpar siempre a otro: a los adversarios, a los de la administración pasada, a alguno de esos míticos demonios que nos señalan como autores de nuestra catástrofe. La excusa funciona maravillosamente porque son los mismos gobernados, los súbditos, el pueblo mismo quien se encarga luego de esgrimir la defensa ante cualquier cuestionamiento (“¿Dónde estabas cuando el PRIAN nos robó?”).

Este tipo de políticos se desenvuelve mucho mejor haciendo proselitismo que ya sentados en un despacho; les gusta muchísimo salir a cosechar el aplauso popular, pero odian todo lo que huela a responsabilidad. Tiene siempre una frase pintoresca, pegajosa, memorable, pero nunca respuestas puntuales, sustentadas en datos verificables. Todo es chacota, chunga y guasa.

Tenemos a Samuel García, el primer gobernador youtuber de México, quien desde su torpe manejo en el caso de la joven asesinada, Debanhi Escobar, se dio cuenta ya de que ser titular del Ejecutivo de su entidad no es tan sencillo como publicar estupideces y videos jocosos en sus redes sociales y que las crisis no se resuelven largando frases absurdas con su acento de regio en modalidad cagante.

Ahora que Nuevo León afronta la peor sequía de su historia reciente, las respuestas que ofreció a su ciudadanía, a quienes votaron por él, desmarcándose de cualquier clase de responsabilidad para gestionar un mejor abasto o distribución del agua. No, su respuesta fue: “A mí me están cayendo las mentadas de madre y lo del agua a mí no me corresponde”, palabras más, palabras menos.

Con qué facilidad se exime de cualquier deber como gobernante este niñato mitad malcriado, mitad estúpido. La calidad de la respuesta es escalofriante de tan indolente, de tan indispuesta y tan poco solidaria.

Pero él sólo está aplicando (a su manera) la fórmula que perfeccionó el Presidente de México: “Eso no es mi culpa”, “ya estaba así cuando yo llegué”, “pregúntenle a la administración pasada”, “eso a mí no me toca”, “soy el Presidente más atacado desde Madero”, etc. Hay mil maneras de decirlo.

Samuelito García es por supuesto un mini-amlo (y desde luego que veremos surgir más y más cada vez) y ni cómo extrañarnos por ello, si después de todo, sólo estarían siguiendo el ejemplo del político más exitoso de México de los últimos tiempos.

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