Mirador 17/09/2024
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Si vas en estos días a mi casa verás frente a su puerta una gran bandera mexicana.
En la sala mirarás un arreglo hecho con rebozos traídos de varias partes del país, y en el comedor un mantel tejido por manos de mujeres dueñas de una sabiduría ancestral.
En mi estudio contemplarás hermosas artesanías, entrañables imágenes de México, y aquí y allá recuerdos de mis viajes por esta tierra nuestra, ahora tan asediada, tan dolida.
Decir que amo a mi patria no es cursilería: es sencilla verdad. Aún me veo, niño en el gran patio de mi escuela, recitando aquellos sonorosos versos: “Como renuevos cuyos aliños un viento helado marchita en flor...”.
No lloro la pérdida de mi país, porque –lo dice la canción antigua– ya ni llorar es bueno. Deploro, sí, que nos hayan sido arrebatadas las instituciones en que se fincaba la búsqueda de un México mejor.
Miro todo aquello que la amada eterna ponía en nuestra casa en el mes patrio, y que hemos vuelto a poner en su memoria. Ahora están puestas igualmente en memoria de la nación perdida. Algún día, septiembre volverá a ser el mes de la patria, y no el mes en que se consumó la traición a la patria.
¡Hasta mañana!...