MIRADOR 18/11/2024
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Papá Chema, mi abuelo materno, era campesino. Hablaba de la tierra como de una madre. Decía:
-Ahora me da de comer; mañana me dará su abrazo.
Tenía ocurrencias peregrinas. Acostumbraba rezar una oración:
“Oh Señor, Señor, Señor: / mándame pena y dolor, / mándame males añejos. / Pero lidiar con pendejos / ¡no me lo mandes, Señor!”.
Era muy religioso, pero no iglesiero. Declaraba:
-Dios está en todas partes, hasta en las iglesias.
Sostenía:
-La mejor oración es una buena obra.
Anciano ya –llegó a los 100 años- manifestó una vez:
-No le tengo miedo a la muerte. Y tampoco le tuve miedo a la vida.
Se fue en paz. En el lecho de su última agonía bendijo uno por uno a sus nueve hijos e hijas. Después le pidió a su mujer:
-Ahora bendíceme tú a mí, Liberata. Tu bendición es la única que necesito.
¡Hasta mañana!...