Necesita Claudia un capote para torear a Trump

Opinión
/ 10 marzo 2025

Donald Trump esgrime un motivo para sus arremetidas hoy y mañana otro diferente. Jamás se dará por satisfecho en sus demandas el prepotente yanqui

La señora le dijo a su marido: “Comemos, y después iremos a comprar tu aparato para la sordera”. “¡Fantástico! –se alegró el señor–. ¡Vamos a la recámara!”. Repitió la señora alzando más la voz: “¡Co-me-mos, y luego iremos a comprar tu aparato para la sordera!”... Una compañía itinerante de teatro presentó en un pequeño pueblo la tragedia “Otelo”, de Shakespeare. En la escena cumbre Desdémona reza sus oraciones de la noche y luego se mete en la cama. Desde la galería se escuchó el grito de un pelado: “¡Desdémona! ¿Qué no vas a mear?”. Inurbana, soez e inoportuna, la tal pregunta tenía un cierto fondo de razón, pues miles de millones de mujeres y hombres en el mundo hacen al final del día lo que no hizo la infortunada víctima de su celoso marido. Quienes incurren en la omisión de Desdémona se arriesgan a que les suceda lo que al señor que acudió a la consulta del doctor Duerf. Le dijo al analista que todas las noches se le aparecía en el sueño un duendecillo que le preguntaba: “¿Ya hiciste pipí?”. Respondía: “No”. Y le decía el duende: “Pues haz”. Y él mojaba la cama. “Su problema tiene fácil solución –le indicó el siquiatra–. Cuando el gnomo le pregunte si ya hizo pipí dígale: ‘Sí’. Con eso desaparecerán sus accidentes ureosecretorios”. Al día siguiente se presentó de nueva cuenta el mismo señor con el siquiatra y le dijo que el remedio había resultado peor que la enfermedad. “¿Por qué?” –se sorprendió el doctor Duerf–. Narró el paciente: “Como todas las noches el duendecillo se me apareció en el sueño y me hizo la pregunta de siempre: ‘¿Ya hiciste pipí?’. Siguiendo el consejo que usted me dio le contesté: ‘Sí’. Entonces el duende me preguntó: ‘¿Y popó?’”... Encuentro similitud entre la malévola conducta de ese avieso trasgo y el insano comportamiento del amarilloso Trump, quien esgrime un motivo para sus arremetidas hoy y mañana otro diferente. Jamás se dará por satisfecho en sus demandas el prepotente yanqui. Empieza a surgir en muchas naciones un sentimiento antinorteamericano que no se veía desde la guerra de Vietnam. En su propio país comienza a advertir Trump un creciente rechazo a sus políticas, cosa que lo preocuparía si no tuviera la inconsciencia de los soberbios, cuyo narcisismo los obnubila, culterana forma de decir que los apendeja. Recuerdo ahora a Conchita Cintrón, torera peruana de singular belleza conocida en el mundo de la tauromaquia como “La diosa rubia del toreo”. En el curso de una faena el toro le arrebató el capote. Armillita, el Maestro de Saltillo, se adelantó, caballeroso, a ofrecerle el suyo, de tamaño mayor que el que ella usaba. Batallaba para terciarlo cuando un aficionado le gritó: “¡No te apures, Conchita! ¡Ese capote torea solo!”. Un capote así necesita Claudia Sheinbaum para torear a Trump, cuyas embestidas no cesarán ni aunque nuestra Presidenta le baje el sol, la luna y las estrellas. Lo veremos... Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le hizo a Susiflor una proposición salaz. Ella se negó. Le dijo: “No creo en el sexo sin amor”. “Tienes razón –admitió él–. Tú dame el sexo; el amor yo veré dónde lo consigo”... Las desdichas maritales de don Cucoldo no tienen final. Llegó a su casa en hora desusada y encontró a su esposa en erótico deleite con un desconocido que al parecer la conocía bien, pues le preguntaba: “Así es como te gusta, ¿no?”. El mitrado marido prorrumpió en dicterios contra su infidelísima consorte. Le dijo: “¡Pendona! ¡Maturranga! ¡Cantonera! ¡Furcia! ¡Callonca! ¡Zorra! ¡Meretriz!”. Respondió con acento quejumbroso la mujer: “¡Ay, Cucú! ¡Te va mal en la oficina y vienes a desquitarte conmigo!”... FIN.

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