Ni una, ni otro: una reflexión sobre el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo
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El 10 de noviembre es un día marcado en el calendario de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y para el Consejo Internacional para la Ciencia (CIC). Esto es así desde el 2002, cuando en la Conferencia Mundial sobre la Ciencia, en Budapest, se tuvo el propósito de renovar el compromiso de los países y de la comunidad internacional en utilizar la ciencia para mantener la paz y procurar el desarrollo de las naciones.
Con motivo de este día, se generaron muchos proyectos, programas y fondos concretos para la ciencia en todo el mundo, como la creación de la Organización de la Ciencia Israelí-Palestina (IPSO), la promulgación de la Declaración sobre la Ciencia y el Uso del Saber Científico o la implementación del Programa en pro de la Ciencia: Marco General de Acción. Pero, antes que nada, ¿qué es la ciencia? Según la Real Academia Española (RAE), la ciencia es un conjunto
de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento sistemáticamente estructurados. Es decir, se trata de una de las principales aportaciones de la humanidad a lo largo de la historia para comprender lo que sucede a nuestro alrededor y transformar nuestra realidad en beneficio propio.
De hecho, el proceso de creación de conocimiento científico no ha sido sencillo. La realidad global cambia, y ha cambiado, constantemente; sobre todo a partir del siglo 20, mismo que estuvo definido, en su primera mitad, por dos guerras mundiales. En ese entonces, la ciencia y el avance tecnológico no fueron utilizados ni para la paz ni para el desarrollo.
Venki Ramakrishnan, doble ganador del premio nobel, en Medicina (2007) y Química (2009), señaló en un escrito para la BBC que el mayor salto de progreso para la ciencia sucedió a partir del año 1900 hasta la fecha. Venki recordó que hace 100 años no se sabía cómo es que se da la transmisión de rasgos físicos entre padres e hijos. Tampoco se conocía la estructura de los átomos. Los aviones apenas comenzaban a desarrollarse. Actualmente ya se pueden alterar genéticamente los rasgos de nuestra descendencia, se trabaja a nivel atómico para generar energía nuclear y se realizan viajes de más de 15 mil kilómetros sin escala (Nueva York-Singapur).
Ahora bien, en el marco de conmemoración de este día, lo importante no es destacar el avance científico, lo que es una obviedad. Lo verdaderamente relevante es visualizar cómo se encuentra el mundo y cómo se ha utilizado a la ciencia para mejorar las condiciones de vida de las personas.
Por ejemplo, según el Institute For Economics and Peace (con sede en Sídney, Nueva York, Ciudad de México y La Haya), en 2022, la paz mundial está localizada, en su mayoría, en lo que se conoce como el “Norte Global”: es decir, Canadá y Europa. Por supuesto hay países como Costa Rica, Chile, Uruguay, Australia, el sudeste asiático y algunos países en África del Sur que también cuentan con situaciones estables, pero la gran mayoría de estos países están en un riesgo medio o medio-alto. Sólo Rusia, Ucrania y Corea del Norte se encuentran catalogados como países en conflicto. Los primeros por su conflicto armado y el tercero por el régimen en el que viven desde hace décadas.
La paz no se mide solamente por la existencia o no de una guerra. Anualmente este instituto utiliza 23 indicadores cualitativos y cuantitativos para medir el pacifismo. Algunos de ellos son el nivel de seguridad de la sociedad, el alcance de los conflictos nacionales e internacionales en curso y el grado de militarización. Con estas métricas se ha obtenido un deterioro en la paz de 71 países, consumando así un retroceso mundial anual del 0.3 por ciento en 2022 y el undécimo año de 14 con resultados en negativo.
Por su parte, el Banco Mundial publica anualmente un Informe sobre el Desarrollo Mundial que analiza la situación económica, social y ambiental de los países. Por ejemplo, se señala que constantemente las personas salen de la pobreza extrema (2 dólares al día) –que en mi opinión es un dato que habría que reconsiderar porque 3 dólares diarios tampoco cambian mucho la realidad de las personas–. Aunque en el periodo 2020-2022 las personas en situación de pobreza han aumentado de entre 75 y 95 millones debido a que el mundo “no estaba preparado” para enfrentarse al COVID-19. Sólo ciertas personas –millonarias– sí lo estaban.
Del impacto ambiental también habría que preguntarse qué sucede y por qué, pese a los grandes compromisos internacionales (como el Acuerdo de París), las metas de mantener la temperatura global por debajo de los 2 grados no se están alcanzando. De hecho, en la Cumbre Anual del Clima de Naciones Unidas, que se celebra desde el 6 y hasta el 18 de noviembre de este año, ya se alertó que nuevamente la temperatura global subirá en récord, tal y como lo ha hecho en los últimos años.
Es cierto que la ciencia ha cambiado la vida de muchas personas. Se ha utilizado para lograr grandes avances tecnológicos y médicos. Sin embargo, justo este día me gustaría dejar una reflexión sobre si realmente la ciencia está siendo utilizada para mantener la paz y maximizar el desarrollo, porque los últimos años indican lo contrario. No estamos en 1800 ni en 1900, esa es una verdad indiscutible. La situación es mejor que antes, pero eso no significa que esta sea la mejor situación a la que podemos aspirar. Quizá repensar la ciencia y reposicionar las prioridades para las que se usa, nos acerquen más a una vida digna para todas las personas en el mundo.
El autor es auxiliar
de investigación del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia
Interamericana
de Derechos Humanos
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos
de VANGUARDIA
y la Academia IDH