Nooo es la economía... Estúpidos
Corría 1992 cuando el estratega electoral del Partido Demócrata, James Carville, acuñó la frase: “Es la economía, estúpido”.
Existen muchas historias y anécdotas acerca de esta frase. La más básica sostiene que fue una reacción durante una discusión interna acerca del rumbo que debía tomar la campaña, en cuanto al mensaje.
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Clinton competía con el presidente en funciones, George H.W. Bush, cuyo gobierno estaba batallando en el frente económico. Otras teorías sostienen que Clinton, al llegar a la Casa Blanca, tenía un letrero en su oficina con esas palabras, para recordar un día sí y al siguiente también cuál era la prioridad de su gobierno y la razón por la que había resultado electo.
Tengo para mí que a la clase política mexicana le sobran “expertos” en economía, probablemente debido al auge de esta disciplina en el último cuarto del siglo pasado en el país y en el mundo entero, tanto en lo que quedaba del bando socialista como en el capitalista.
Un indicador del poder e influencia de la economía −como disciplina− en México, se percibe en el peso que ha adquirido la burocracia de la Secretaría de Hacienda a lo largo de los últimos ocho sexenios, empezando con el primer y último secretario de Hacienda que llegó a la Presidencia, José López Portillo.
Quizá sea por eso que, por lo general, los debates, las propuestas y críticas se centran de manera preponderante en los temas económicos. ¿Qué decir del peso avasallador del debate sobre el presupuesto federal?, los dineros públicos hacen las delicias de aquellos que saben sacarle beneficios, y es fuente de penuria y sufrimiento para quienes pagamos impuestos.
Desde que fue candidato presidencial por primera vez en 2006, Andrés Manuel López Obrador ha sido criticado y señalado como un supuesto peligro para la economía mexicana. “Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México”, señalaba aquel inolvidable anuncio televisivo de aquella campaña por la Presidencia de 2006.
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Los “expertos” en economía, tanto del PAN, como del PRI, y muchas voces de la academia y la sociedad civil, han estado replicando este mantra: Este sexenio habría de resultar catastrófico para el país en materia económica. Íbamos a tardar décadas para salir del hoyo, nos decían.
En el arranque del último año de gobierno obradorista, leo algunos encabezados de la prensa nacional de las últimas semanas: “México, ejemplo global de finanzas saneadas: Botín”. ¿Quién es Ana Botín? La presidenta mundial de Banco Santander. “Alcanza Inversión Extranjera Directa cifra récord al cierre del III Trim.”, periódico El Economista. “Anota IED récord histórico al tercer trimestre de 2023”, periódico El Financiero, “Moody’s aumenta a 3.5% su previsión del PIB para 2023”. “Toca dólar precio mínimo de siete años”, diario Reforma. “Desplaza México a China como mayor proveedor de Estados Unidos”, una vez más El Financiero. “Nuevo récord de exportaciones de México”, Inegi. “Producción industrial crece 3.7% de enero a septiembre”, el Excélsior.
No me propongo aplaudir al Gobierno. Fallas, tiene muchas: la pobreza creciente, la corrupción sigue siendo pan de cada día. Mi preocupación radica y se enfoca en el mensaje de las oposiciones partidistas que siguen predicando una catástrofe económica que, sencillamente, no llega. Apuestan a una estrategia equivocada.
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Ser oposición consiste en señalar los horrores y errores del gobierno en turno. Hacer campaña desde la oposición consiste en transformar esos horrores y errores en historias sensibles que muevan el corazón o la rabia del votante, y ofrezcan una opción alegre frente a esas calamidades.
Los horrores de este gobierno no están o no se perciben en la economía por más que los economistas opositores nos lo digan así; están en la inseguridad generalizada, en la injusticia patente, en la corrupción rampante. Es lamentable que, en estas materias, la oposición carezca de cuadros y que ha hecho a un lado a los pocos que tiene, acudiendo a ellos sólo en casos de emergencia, cuando tienen que decir algo al respecto, y no saben qué decir.