La ofensiva presidencial contra el Poder Judicial; presa fácil de políticos ineficientes
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En una república democrática y liberal, el poder público, sea federado o centralizado, se divide en tres poderes, cada uno con funciones específicas y su propio peso. Cada uno, frente a los otros dos, actúa como contrapeso para evitar la concentración del poder y la tentación autoritaria.
En nuestro continente, y específicamente en nuestro país, el Poder Ejecutivo está depositado en una persona electa por el voto ciudadano, universal, libre y secreto. Este poder ejecuta y administra aquello que previamente fue sancionado por el Poder Legislativo, en el cual recae la representación popular, ya sea a través de la Cámara de Diputados, estructurada con base en los distritos en que se encuentra parcelado el país; y/o de la Cámara de Senadores, constituida por representantes de las 32 entidades que conforman la República.
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Existe otro poder tan importante como los otros dos, hay quienes se refieran a él como un tercer poder, relegado. Es menos visible y, por ende, menos conocido que los otros dos, y para muchos, harto aburrido. De él no surgen declaraciones, ni discursos incendiarios. No ofrece grandes debates ni descalificaciones. Las adjetivaciones se reducen al mínimo, es el Poder Judicial.
Es el responsable de sancionar o exonerar a aquellos ciudadanos que han sido acusados de violar alguna ley. Por otra parte, le corresponde determinar si las actuaciones de los otros poderes están o no apegadas a lo que establece la Constitución. Doy por supuesto que en el mundo, en los países y sociedades y, para el caso, en las familias, toda controversia por la actuación de grupos o personas frente a las reglas previamente establecidas y aceptadas, deben dirimirse por una autoridad, a la que corresponde sancionar en uno u otro sentido.
En este continente y en México, excepción hecha de la justicia local en Estados Unidos, los integrantes del Poder Judicial, a quienes llamamos jueces, son electos por mecanismos que incluyen a los otros dos poderes que, a su vez, fueron electos por el voto popular directo. Por ello decimos que la elección de jueces es un mecanismo de democracia indirecta.
Los jueces de menor nivel terminan siendo designados sujetos a la ley que aprobaron los otros dos poderes, con ello se busca que este poder se encuentre lo más alejado posible de la política. Su función no es hacer política. Para eso están el Ejecutivo y el Legislativo. Su función consiste en determinar qué dice y qué no dice la Constitución y las leyes, y si lo que la ley dice se apega o no lo que establece la Constitución.
Por todo ello el Poder Judicial suele y debe estar muy atareado determinando los muy numerosos y variados casos que llegan a su puerta, son tantos que no dejan tiempo para otra cosa, mucho menos para andar promocionándose y vendiendo sus atributos como si de una reina de la primavera se tratara, en mañaneras o campañas publicitarias.
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Precisamente por esto, el Poder Judicial suele ser un objetivo fácil para políticos que, huyendo de sus responsabilidades, cargan sobre los jueces los malos resultados de su ineficiencia. No se trata de nada nuevo, la historia está llena de ejemplos similares, la Suprema Corte de los Estados Unidos se ganó a pulso y con astucia el respeto que le negaban los otros poderes cuando esa nación era una naciente democracia.
En México, la Corte siempre fue un apéndice del Poder Ejecutivo, se ha ganado su independencia con el arribo de la transición a la democracia, aunque la tentación autoritaria de los otros poderes, en particular el Ejecutivo, se hace presente un día sí y el otro también.
La moda populista que recorre el mundo, aunque da señales de debilitamiento, ha hecho del Poder Judicial uno de sus blancos favoritos para atacar. Caben en el mismo saco Donald Trump, Netanyahu, López Obrador y los dictadores bananeros de Latinoamérica. Por igual, traen la espada desenvainada contra jueces y magistrados, ya sea por el frente legislativo o por el flanco presupuestal, se les culpa de todo, hasta de los huracanes.
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AMLO ha querido hacerse de todo el poder, no ha podido, ni podrá. Aun así tiene mucho poder, especialmente el poder del presupuesto, por eso los gobernadores de todos los partidos bailan el son que les toca el Presidente. Por eso amaga al INE, al Poder Judicial y a todos los demás órganos autónomos, desde el frente presupuestal.
Pero no nos confundamos, no es tarea de los jueces hacer política, no es tarea de jueces pelear contra del Presidente. No están exentos de errores y actos de corrupción, pero se atienden de otra forma, no con amenazas; sino con reglas.