¡Nos han robado! ¡Exigimos recuento de votos!
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Estamos acostumbrados, es verdad... pero eso no implica aceptar los hechos como si eso fueran lo normal o no existiera alternativa. Nos han hecho fraude muchas veces, pero no vamos a dejar de alzar la voz para denunciar el robo, sobre todo cuando es tan evidente.
De norte a sur, de este a oeste, de frontera a frontera, en todos los confines del globo se manifestaron decenas, cientos, miles de personas a favor de nuestro gallo. La iridiscencia de sus plumas tiene años deslumbrando a la humanidad y la belleza de su canto seduce todas las mañanas a quien lo escucha.
Nadie tenía duda: cualquier otro aspirante se encontraba lejos, muy lejos de quien nos representa, de quien constituye la esencia misma de nuestro pueblo y condensa en su humanidad todo lo deseable, todo lo encomiable, todo lo de bueno posible en la naturaleza de nuestra especie.
La derrota era imposible. Tan improbable como considerar a Raquel Buenrostro como posible depositaria del título “miss simpatía” en un concurso de belleza; tan utópico como apostarle el resto a Alfredo Adame en una pelea callejera o... en cualquier pelea.
Nuestro gallo siempre ha sido “el gallo”. Jamás ha sido derrotado en ninguna arena... al menos no en buena lid, no jugando conforme a las reglas. Por eso, o se alza con la victoria y esta es reconocida por todos –de forma incontrovertible– o asume la victoria legítima.
Esta vez no era la excepción. Apenas su nombre apareció en el horizonte todo mundo lo tuvo claro: los jueces del certamen carecían de alternativas... vamos: ¡ni siquiera hacía falta revisar los expedientes!, porque los méritos sobrados de la encarnación de nuestro pueblo son, como decía Santo Tomás de Aquino, una verdad evidente cuya demostración resulta innecesaria.
Pero siempre –como en el caso de los tuits– hay un conservador, un neoliberal, un fifí cuyo único propósito en la vida es la acumulación, la satisfacción de apetitos carnales, la reafirmación del clasismo, el racismo, el... el... el... ¡el trumpismo!
Y entonces, como lo han hecho toda la vida, se amafian, se apandillan, se cochupan y emprenden la ofensiva contra su enemigo mortal, el faro de moralidad cuyo fulgor les ciega y, como Frodo al ojo de Sauron, alucinan con la posibilidad de eliminarlo del escenario...
¡Miserables mil veces! Jamás han pensado en el pueblo; nunca han actuado a su favor y solamente pronuncian discursos huecos, verborrea zafia, jerigonza concebida para confundir, engañar y ocultar sus aviesas intenciones, todas ellas colocadas de espaldas al futuro luminoso de nuestra raza, cuya conquista sólo es posible de la mano de nuestro líder eterno.
Pero no se quedarán así las cosas. Ya no somos los de antes; ya no estamos agazapados en el rincón al cual nos condenó largamente la inquina de los neoliberales. Ahora somos un contingente imbatible y vamos a pasar a la ofensiva... y esta vez será global.
¡Prepárense en Oslo! Vamos a llegar pisando fuerte y, siguiendo las enseñanzas del apóstol Félix Salgado, marcaremos las casas de los integrantes del Comité fraudulento cuya carencia de honestidad intelectual ha privado a nuestro pueblo del reconocimiento mínimo a los talentos de nuestro huey tlatoani...
¡Vo-to-por-vo-to! ¡Vo-to-por-vo-to!, corearemos por la Kongens Gate, camino a la fortaleza de Akershus... y no pararemos hasta doblegarlos, hasta derrotarlos, hasta someterlos...
¡No nos robarán el Nobel de la Paz! Lo recuperaremos para coronar, como se merece, la historia heroica de nuestro Perseo de Pantano...
¿Cómo chingaos se les ocurre negarle el premio a López Obrador?
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx