Nuevo Atlas de Riesgos: ¿por que tardó tanto?
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Saltillo cuenta, a partir de ayer, con un nuevo Atlas de Riesgos. Toca ahora utilizarlo de forma intensiva para prevenir contingencias y minimizar las consecuencias de estas
La cultura de la prevención no ha sido, por desgracia, una que nos caracterice a los mexicanos. De espaldas a tal posibilidad, nosotros hemos sido más bien partidarios de “tapar el pozo después de ahogado el niño” o, si se prefiere ponerlo en otras palabras, de “pagar los platos rotos”.
Sobran los ejemplos que demuestran cómo la cultura del “a’i se va”, es decir, la resistencia a planear, prevenir y adelantarse a las tragedias nos ha costado caro. Y lo peor de todo, como puede cualquiera recordar, es que somos de los que tropieza repetidamente con la misma piedra.
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Algunos doloroso episodios, sin embargo, nos han sacudido al grado de empujarnos en la dirección opuesta a la que conduce nuestra cultura. Señaladamente el sismo de 1985, en la Ciudad de México, cuyas consecuencias dejaron en evidencia, de forma imposible de ignorar, la necesidad de modificar nuestra posición frente a los riesgos.
Así nació lo que hoy conocemos como una estrategia transversal que alinea el trabajo de prácticamente todas las instituciones públicas y obliga a la ciudadanía a observar ciertas reglas indispensables para contener o minimizar las consecuencias de un accidente o un desastre natural: la protección civil.
El elemento central de esta estrategia ha estado siempre a la vista de todos, pero nos hemos resistido largamente a reconocerlo: incluso cuando enfrentamos fenómenos naturales, cuyo control escapa a nuestras capacidades, es posible reducir al mínimo sus consecuencias si tenemos claro lo que hace falta hacer antes, durante y después de estos.
Para tenerlo claro, sin embargo, es necesario contar con guías, con documentos que identifiquen los peligros y adviertan sobre las consecuencias que podemos enfrentar en caso de no actuar de forma adecuada respecto de aquellos. Para eso se inventaron los atlas de riesgos.
El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos hoy, relativo a la presentación de la nueva versión del Atlas de Riesgos de Saltillo, un documento que constituye la guía esencial a la cual es indispensable acudir, de forma permanente, para tener claras las medidas que deben adoptarse, por parte de autoridades y ciudadanos, para construir una ciudad más segura.
Es preciso insistir respecto de esta idea, porque claramente la cultura de la protección civil no se encuentra arraigada en nuestra sociedad y eso es algo que debe corregirse. Prueba de ello es que la actualización del citado Atlas tomó una década y las modificaciones que debieron hacérsele por ello resultaron mayúsculas.
De nada sirve, es preciso decirlo con todas sus letras, contar con el más sofisticado Atlas de Riesgos si se le convierte en un objeto para adornar estanterías y nadie lo consulta para tomar decisiones, algo que en gran medida ha ocurrido hasta ahora.
Por ello, a más de celebrar que contemos con un documento renovado, es necesario insistir en la necesidad de que se le use de forma intensiva.