¡Olé, hermosa Magda!

Opinión
/ 23 enero 2022

La airosa mujer, pionera en los temas culturales y ambientales
en la Laguna, murió el pasado 19 de enero

Cuando el féretro que contenía los restos mortales de Magda Briones Navarro fue bajando al fondo de su tumba, parvadas de pericos sobrevolaron el lugar de su última morada, como si estuvieran despidiendo también a un ser humano que fue congruente en su vida y que luchó por la conservación de los frágiles ecosistemas de la Comarca Lagunera, una de las cien regiones más devastadas del mundo.

La airosa mujer, pionera en los temas culturales y ambientales en la Laguna, murió el pasado 19 de enero y, aunque ya contaba con 95 años, su fallecimiento causa enorme dolor a quienes estuvimos cerca de esta luchadora social que fue maravillosa bailarina, dramaturga, editorialista, pintora y conservacionista.

Como toda mujer nacida en los años veinte del siglo pasado, sufrió la falta de oportunidades para su género, pero con una genética como la suya que le permitió contar con una inteligencia y belleza física muy por encima del promedio; la naturaleza de Magda Briones finalmente venció todos los obstáculos que la vida le fue presentando.

El primero de ellos fue crecer como hija única de un matrimonio fallido, pues desde pequeña careció de una figura paterna, que aunque alguna vez su progenitor quiso conocerla, ella no tuvo interés en ello. Magda creció al lado de una mujer dominante que además fue exitosa como empresaria de la industria del queso, pero aun a ella la llegó a convencer de que su paso por el mundo nada lo detendría, y la hizo apoyarla para cursar estudios de danza española en la madre patria; esto fue el culmen de un proceso que surgió en las fiestas de la Covadonga que se realizaban en Torreón en los años cuarenta por parte de la comunidad española, en las que siendo una adolescente, Magda tuvo tangencia con la danza que se constituyó en su primera gran pasión con la que fue muy feliz, aunque no quiso continuar con una carrera internacional, que se vislumbraba luminosa, para no exponerse a las prácticas insanas de acosamiento que lamentablemente las mujeres siguen sufriendo.

Luego quiso tener la experiencia de ser obrera en la empresa de su madre y por mucho tiempo tuvo faenas de trabajo de doce horas al día. Pasando este momento decidió radicar en la Ciudad de México para cursar estudios de sociología en la UNAM, y teniendo ya un lugar que ganó para cursar la ansiada carrera de medicina, lo cedió a un alumno que deseaba suicidarse pues tenía un conflicto con sus padres por no haber podido obtener ese lugar. Magda siempre pensaba en los demás antes de pensar en ella.

De regreso a Torreón, fue su primera directora de cultura e inspiró a muchas personas que se dedicaron después al arte. Escribió obras de teatro que fueron montadas con mucha aceptación de los laguneros porque tuvieron más de cien representaciones.

Pero quizá su rol más sustantivo fue el de activista ambiental pues encabezó una lucha pacífica en contra el establecimiento de una termoeléctrica en Villa Juárez, Durango, que finalmente se construyó afectando el paso franco de los ríos y a los pequeños productores agrícolas de la región, dejando en un gran estrés el recurso hídrico para los laguneros. También abanderó la causa de detener las prácticas de explotación excesiva en la cuenca lechera de la Laguna que propiciaba agua contaminada con arsénico finalmente consumida por humanos. Por representar a los que no tenían voz, fue satanizada por las autoridades de ese tiempo pasando a estar en una lista negra −de esas que sabemos que existen−, razón por lo que no hay evidencia de documentos que avalan una deuda que tiene el Gobierno Federal por un terreno que perteneció a su madre y que fue parte del polígono que se utilizó para el aeropuerto de Torreón, y que de recuperarse, ella quería donarlo a la Fundación Jimulco A.C. para apoyar la preservación de la fauna y flora de ese lugar.

Magda Briones se reinventó cuando fue necesario en cada etapa de su larga vida. Escribiré sobre su trayectoria multifacética e intentaré liderar un movimiento para que se reconozca su huella generosa a través del establecimiento de un centro cultural que honre su nombre. Al despedirme de ella, cuando fue bajando su ataúd, grité: ¡Olé, hermosa! ¡Hasta siempre!

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