Oriente y los cuentos de hadas
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En Egipto, hace cuatro mil años, apareció el cuento de náufragos más antiguo. Se llama, precisamente, así, “Historia de un náufrago”. Trata de un navegante perdido en una isla extraña. Fue el único sobreviviente del hundimiento de su barco. Pasó en soledad tres días, pensando cómo volver a casa. De pronto, una serpiente gigante lo confrontó. La premisa suena conocida: ¿Simbad el marino? ¿Ulises, en la Odisea? ¿Robinson Crusoe? ¿La vida de Pi? Pudiéramos decir, con atrevimiento, que la narración egipcia es el antecedente de todos ellos. En 1704, según Borges, el orientalista francés Antoine Galland compiló la primera versión occidental de “Las mil y una noches”, que incluía textos persas, árabes, chinos, indios. Muchos se parecen a los clásicos cuentos de hadas del folclor europeo o es al revés, ¿los cuentos folclóricos europeos tienen su origen en las historias orientales?
Ana Garralón llama “relatos primigenios” a estas fábulas antiquísimas. Se esparcieron de boca en boca y llegaron hasta Grecia, donde fueron difundidas con maestría por Esopo. Existen otros encuentros literarios sugeridos por los estudiosos. En una edición de “El Ramayana”, epopeya india, encontré la comparación entre esta obra y “La Ilíada”: “Helena, conducida por Paris a Ilión, sirve de ocasión a la guerra entre griegos y troyanos, el rapto de Sita por Ravana, que la transporta a Lanka, enciende la tremenda lucha entre raksasas y raguidas. Djambavat se parece al prudente Néstor, Hanumat, al astuto Ulises, y la fidelidad de Patroclo a Aquiles tiene su perfecta correspondencia con la adhesión de Laksmana a su hermano Rama”, explica el libro.
El lazo más entrañable entre las obras antiguas la vivimos hoy en día a través de los cuentos de hadas, también conocidos como “cuentos maravillosos”. Los hermanos Grimm se hicieron de fama al reunir y estudiar las historias de tradición oral. No fueron los primeros en hacerlo, pero su éxito se debió a que escribieron con belleza y erudición. Lo mismo pasó con Charles Perrault, un siglo atrás en París. Aunque muchos de estos relatos son reflejo de las circunstancias sociales de cada región, como “El flautista de Hamelín”, otros son más lejanos. Marinés Medero apunta que “Hansel y Gretel”, cuento alemán, tiene sus “bases objetivas” también en Oriente: “en la antigua China las familias pobres tenían que matar a las niñas recién nacidas porque no podían sostenerlas”, detalla en “De maravillas y encantamientos”. Es muy probable que la misma situación de pobreza se viviera en Europa y esta historia tomara vida propia en la tradición alemana.
En 1892, el folclorista australiano Joseph Jacobs, otro gran estudioso, publicó “Fábulas y leyendas de la India”, un trabajo que tenía la intención de mostrar su cultura a otros públicos del mundo: “La mayor parte de los cuentos de esta obra son conocidos en Occidente, aunque es difícil explicar su existencia simultánea en los lejanos Occidente y Oriente. Algunos (como Benfey en Alemania, M. Cosquin en Francia y el señor Clouston en Inglaterra) han declarado que la India es el país de origen del cuento de hadas y que todos los relatos europeos fueron traídos de allí por los cruzados, los misioneros mongoles, los gitanos, los judíos, los mercaderes y los viajeros. La cuestión aún está sometida a juicio y solo es posible enfrentarse a ella como abogado”, escribe en el prefacio.
Nunca sabremos dónde surgieron estos relatos ni quiénes los contaron por primera vez. Tampoco importa mucho. Lo curioso es que continúan su viaje por las culturas y siguen dando lecciones. El poeta José Cordero comentó en una conferencia que “Hansel y Gretel” (con otros nombres) es una historia tradicional que se cuenta en lengua zoque a los niños de Chiapas, México. Quizá, como ya han intuido Vladimir Propp o Garralón, los cuentos maravillosos nos conmueven porque muchas veces los protagonistas son personas comunes, como nosotros, que se enfrentan a la odisea de la vida.