Cervantes, ¿'ingenio lego'?
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Cervantes, ¿’ingenio lego’?Con el título de Vida de Miguel de Cervantes, en 1819 Martín Fernández de Navarrete publicó una biografía del autor de El Quijote. En ésta, hace referencia a la forma, casi insultante, como varios de los rivales de Cervantes presumían sus grados académicos, que él no tenía. Escribe que “ufanos con tan pomposos títulos, logrados tal vez a poca costa, le tratasen (a Cervantes) de ignorante y de envidioso, y que por esta falta le llamasen INGENIO LEGO, como dice el cronista D. Tomás Tamayo de Vargas.”
A principios del siglo XVII, la expresión “ingenio lego” se aplicaba a quien, aunque cultivado, carecía sin embargo de títulos universitarios. No pasó de ahí, hasta que dos siglos después se le ocurrió a Fernández de Navarrete recordar la frase.
Casi siete décadas después, en su enciclopédica Historia de las ideas estéticas en España, Marcelino Menéndez Pelayo volvió al tema y escribió: “Cervantes era poeta, y sólo poeta, INGENIO LEGO, como en su tiempo se decía. Sus nociones científicas no podían ser....las más adelantadas... puesto que no había tenido tiempo ni afición para formarse otras”.
Las ideas anteriores, fueron interpretadas durante décadas en el sentido de considerar a Cervantes un ignorante genial, de prodigiosa inconsciencia. Tan fue así, que el propio Menéndez Pelayo se vio en la necesidad de rectificar, o al menos tratar de aclarar lo que realmente quiso decir. Pero lo hizo de manera poco afortunada.
En efecto, en su célebre conferencia “Cultura literaria de Cervantes y elaboración del Quijote”, dictada en la Universidad Central de Madrid en mayo de 1905, Menéndez Pelayo dijo: “Que Cervantes fue un hombre de muchas lecturas no podrá negarlo quien haya tenido trato familiar con sus obras… Pudo Cervantes no cursar escuelas universitarias… pero el espíritu de la antigüedad (es decir, el de los clásicos griegos y latinos) había penetrado en lo más hondo de su alma”.
Luego fustiga “a quienes declaran (a Cervantes) incapaz de comprender toda la trascendencia y valor de su obra, tratándole poco menos que como un idiota de genio que acertó por casualidad en un solo momento de su vida”.
Fue hasta 1925, con la publicación del monumental libro El pensamiento de Cervantes, cuando su autor, Américo Castro, reivindicó al alcalaíno con abrumadora información prolijamente documentada, para terminar –así se considera- con el mito del “ingenio lego”.
Demuestra, con rigor y abundantes datos, que tenía los mejores conocimientos de su época en materias tales como la física, la astronomía y la medicina, entre otras. Debió haber sido un lector incansable, como el propio Cervantes lo dice en el capítulo 9 de la I Parte de El Quijote: “soy yo aficionado a leer aunque sean los papales rotos de las calles”.
Por lo demás, es cierto, no se sabe que Cervantes haya cursado estudios universitarios. Lo más probable es que no. Ni siquiera se conoce dónde hizo sus primeras letras. Hay razones para suponer que estudió con los padres jesuitas en Valladolid.
Lo que sí está perfectamente documentado es que entre los 14 y 21 años de edad, durante la estancia de su familia en Madrid, tomó clases de gramática con el conocido maestro Juan López de Hoyos, quien en 1569 publicó un libro con motivo de la muerte, ocurrida el 3 de octubre del año anterior, de la reina Isabel de Valois, esposa de Felipe II, libro en el cual se incluyen tres poesías escritas, dice López de Hoyos, por “Miguel de Cervantes, nuestro caro y amado discípulo”.
Deseo a usted, amable lector de Vanguardia, una muy feliz Navidad. (75)
jagarciav@yahoo.com.mx