Detrás del mostrador
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La tienda de mi abuelo Jesús Gómez, también llamado “El Mataor”, estaba enclavada en la esquina de Bravo y Aldama en pleno centro de Saltillo.
Había nombrado a su negocio como “El Batan”, en memoria a las cruentas batallas que sucedieron en la Guerra del Pacífico en los años 40 del pasado siglo. Difícil entender que una tienda llevara el nombre de un conflicto, pero mi abuelo era especialista en nombres poco comunes: imponerle Orestes a mi padre y luego éste a mí fue una de sus ocurrencias.
Los estantes refieren la remembranza de esta entrega con la descripción de los productos que dejaron de serlo.
Refrescos. La hielera era surtida diariamente con sodas de marcas ya proscritas. Grapette era una de ellas y consistía en bebidas de sabores: uva, naranja y manzana. Hit, otro de uva. Doble Cola de nuez de cola. Pep de naranja sensacional. Wink y Del Valle de toronja. Y London Club, mi favorita, de ginger.
Cervezas. Normalmente norteñas como la Cruz Blanca, Kloster y Monterrey. O chilangas como XXX o Listón Azul.
Jabones. Trébol, azteca, Fab y Lux.
Dulces. Los famosos jamoncillos del Topo Chico, que venían en unas tabletas sobre cartoncillo.
Leche Rica, de la Pasteurizadora Saltillo, que se vendía en empaque tetra pack en forma de triángulo.
De latería. Las sardinas Calmex o portolas Jarochita; chiles en vinagre de la marca Faro.
Lo anterior corresponde a los años entre 1940 a 1972, cuando cerró la tienda.
Otros productos mexicanos fueron saliendo del mercado por diversas causas, la principal fue no tener la visión al paso de los años para ajustarse a las tendencias y necesidades cambiantes de la población.
Licores como los brandis Club 45, Álamos, Delfín, Viejo Vergel, Gran Reserva San Marcos no sobrevivieron.
Las hamburguesas Burger Boy que copiararon el estilo de las grandes cadenas estadounidenses que por entonces aún no invadían el mercado mexicano.
Videocentro y Macrovideocentro dominaron el mercado del video VHS y los juegos antes de que pudieran verse películas on line.
La Danesa 33 con igual número de sabores de helados, en Saltillo la concesión pertenecía a la familia Lara y después a los helados Bing.
Los dulces Sugus, el chicle Totito, la goma de mascar Motitas, las lunetas, el chupirul y los Seltz Soda con centro de ácido ascórbico.
La cadena de restaurantes del grupo Anderson: Carlos y Lalos and Charlie o los Señor Frog.
No sólo marcas mexicanas se convirtieron en verdaderos fracasos, sino también las extranjeras que no pegaron.
Lucozade. A mediados de los 90, esta bebida rehidratante ingresó al mercado mexicano con la esperanza de poder competir con
Gatorade; sin embargo, no tuvo las ventas deseadas y eventualmente desapareció.
Carrefour y Auchan. Supermercados franceses que establecieron tiendas en el País y cerraron sus puertas.
Restaurantes. El Bennigan’s, la cadena Arby’s, las hamburguesas más deliciosas del mundo Whataburger y el pollo estilo Louisiana marca Popeye.
En Saltillo, estas dos últimas marcas y Sears salieron del mercado al poco tiempo de establecerse, creándole fama a la ciudad de aguerrida y exigente: “si triunfas en Saltillo, lo puedes hacer en cualquier parte”, luego se dice.
Principios fundamentales hoy día para lograr que una marca prevalezca nacen del concepto del posicionamiento. Es decir, un proceso mediante el cual se desarrolla una estrategia que tiene como objetivo llevar nuestra marca, empresa o producto desde su imagen actual a la imagen que deseamos. Posicionarse o morir, es así la garantía de vida en este mundo violento de la guerra de marcas. Adiós, don Jesús y su antigua tienda.