Discurso sobre la Libertad

Politicón
/ 6 marzo 2016
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Son raros los personajes de cierta relevancia en la novela a los que Cervantes mantiene totalmente innominados

Desde el capítulo 30 de la II Parte de El Quijote y hasta el número 57, además de los capítulos 69 y 70, las acciones y sucesos que se narran en la novela tienen conexión, ya sea directa o indirectamente, con la larga permanencia –alrededor de veinte días- de Don Quijote y Sancho Panza en el castillo o casa de placer de los Duques. ¿Quiénes fueron éstos?

Son raros los personajes de cierta relevancia en la novela a los que Cervantes mantiene totalmente innominados. Entre éstos quizá los más notorios son el Duque y la Duquesa, a los que se hace  referencia en dichos capítulos. Se considera que la razón por la cual Cervantes no les atribuye nombre, es porque corresponden a personajes tomados de la realidad.

En 1797, Juan Antonio Pellicer, autor al que ya hice referencia aquí, lanzó la conjetura de que pudo haberse tratado de don Carlos de Borja y doña María Luisa de Aragón, duques de Villahermosa, “y que el castillo o quinta teatro de tantas aventuras como allí acaecieron fue el palacio de Buenavía, que edificó el duque don Juan de Aragón, primo del Rey Católico, en las inmediaciones de la villa de Pedrola”, a la orilla occidental del Ebro.

Pues bien, en esa casa de placer el caballero manchego y su escudero fueron tratados a todo lujo por “Los Duques”, de manera verdaderamente espléndida y regalada. Pero también objeto de burlas, algunas muy crueles, de las que por fortuna nuestros célebres personajes, en su inconsciencia, no llegaron a percatarse.

En medio de tanto agasajo en ese palacio, Don Quijote no se sintió bien ni libre. Fue agradecido con los Duques, sus generosos y burlones anfitriones, pero estuvo incómodo. Por eso, al abandonar el castillo se dirigió a Sancho Panza y le dijo así:

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recibidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede la obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!”.

Este breve, pero muy elocuente discurso sobre la libertad, y más que discurso: himno y poema sobre “uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos”, se lee en el capítulo 58 de la II Parte de la inmortal novela de Cervantes. (36)

jagarciav@yahoo.com.mx

 

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