Doble discurso: cinismo, simulación e hipocresía

Politicón
/ 28 febrero 2017
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En una de las entregas anteriores abordaba el tema de la diferencia conceptual entre moral y ética, porque con frecuencia son objeto de confusión. Acotábamos de forma simple que la moral tiene todo que ver con lo personal y con grupos cerrados (una organización, una institución y en algunos casos, estados o naciones) porque son el conjunto de costumbres y las formas que se viven y se aceptan en una comunidad humana. Lo ético, por su parte tiene que ver con lo público, es decir el ser humano que puede vivir utilizando la racionalidad en sociedades multiculturales y en el contexto de un sano pluralismo. Es el sitio donde valoramos lo que nos une porque resaltamos en la diversidad los valores que compartimos.

Para resumir la moral es privada, la ética es pública. En ese sentido aparece el tema del doble discurso que procede de una “doble moral” que tiene una relación íntima con la mentira, el engaño, la desconfianza, la sospecha, la falta de credibilidad, el descrédito, pero de manera particular a la hipocresía que manipula, divide, falsea, separa, deforma y rompe los vínculos en una sociedad, es una traición a uno mismo. 

Tenemos rato que el doble discurso es una práctica habitual en las instituciones cualquiera que sea su nombre. Aristóteles le llamó “falacia”, un engaño con apariencia de verdad. El tema se da en dos planos entre el pensar y el decir y el decir y el hacer. Implica por tanto, tener una doble conciencia o simplemente que no se tenga una formación y educación de la misma.

En ese sentido, es importante dejar en claro que la conciencia es la capacidad que tenemos de conocer nuestra existencia, lo que somos y hacemos confrontándolo con las normas personales y comunitarias. Es el árbitro, es la voz interior que nos reclama cuando existen disfuncionalidades entre lo esperado personal o socialmente y lo que hacemos. Es el tribunal insobornable de la persona. Es donde el hombre se encuentra con el mismo. Es un instrumento  que analiza críticamente nuestras acciones, pero en concreto es la capacidad de ser conscientes y responsables ¿de qué? De lo que observamos, decimos, hacemos, pensamos, entre otras tantas cosas.

Por eso se habla de una conciencia psicológica, es decir de un “ser conscientes” de la realidad en la que interactuamos, yo y la norma. Evidentemente, tiene una localización neurológica. Y también se habla de una conciencia moral que tiene que ver con la responsabilidad. Recuerde que la responsabilidad es la capacidad de prever y de asumir las consecuencias de nuestros actos, en resumidas cuentas de tener conciencia de lo que hacemos y de responder ante diversos tribunales dependiendo del ámbito donde nos encontremos.  Una y otra no son lo mismo. La conciencia moral presupone la conciencia psicológica, pero esta no necesita la conciencia moral. Otro dato es que la conciencia psicológica tiene un carácter imperativo y la conciencia moral se mueve en el ámbito del juicio.

Cuando los seres humanos por más hoscos o inconscientes que seamos queramos evitar, lo que por naturaleza tenemos inscrito en nuestros corazones, es decir, la distinción  - para evitar el maniqueísmo- entre aquello que es conveniente o  inconveniente para cada uno de nosotros,aparece en la estructura social;en el estado, las organizaciones, las iglesias y en la sociedad en general dos detestables invitados, el cinismo y la hipocresía que tienen como como centro el engaño.

¿Cuál es el propósito del engaño? Querer evadir la responsabilidad y la conciencia, en el entendido de que hay normas que tenemos que respetar y no lo hacemos y aquí el campo de las normas es extenso: morales, éticas, legales, religiosas, entre otras.

El cinismo y la hipocresía aparecen cuando yo reconozco que el ser humano es poseedor de dicha dignidad, pero le trato de una forma inadecuada. No soy solidario, no pago lo justo, no lo trato de forma equitativa, lo maltrato, lo discrimino, no cumplo con mis promesas, no asisto a mis compromisos, soy impuntual, rompo los acuerdos establecidos, me apropio de bienes públicos, extorsiono, me corrompo; en fin digo una cosa y hago otra.

El cinismo tiene que ver con la defensa de la mentira, con el sarcasmo, la ironía, la burla. Con el descaro, la desvergüenza y con responsabilizar a otros de los actos realizados. Con el defender lo indefendible, como acciones o comportamiento que se salen de la lógica establecida por la comunidad.

La hipocresía por su parte, tiene que ver con la inconsistencia entre lo que se cree y lo que se hace, es decir, tiene que ver con la falsedad, con el pasar desapercibido,  con la apariencia, con el fingir ser alguien que no se es. Tiene que ver con la falta de honestidad y el autoengaño; pero de manera particular con la simulación que en esto nos hemos vuelto especialistas muchos mexicanos que daña y lacera la vida social, política y económica en nuestro país.

El doble discurso por tanto, tiene un gran problema. Como la persona o las organizaciones sostienen dos ideas contrarias en forma simultánea y contradictoria caerá en la contradicción, el desprestigio y la desconfianza. En ese sentido el doble discurso es una realidad más compleja que la mentira y la hipocresía pues se fragmenta la sociedad en general.

Por tanto, no podemos en ninguna dimensión de la vida humana priorizar la hipocresía, el cinismo y la simulación que son la base del doble discurso. Es hora que la sociedad mexicana, la clase política, empresarial y religiosa en México hagamos un examen de conciencia al respecto.

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