El fin del Buen Fin
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Un Buen Fin carente de verdaderas oportunidades para el consumidor, es reflejo de un gobierno ignorante
Es tiempo de reconocer que en algo nos hemos equivocado. Las cosas no se logran por un esfuerzo o deseo unilateral sino por la suma de voluntades y sinergias de todos los involucrados. La buena estrella con la que hace algunos años nació el Buen Fin, empieza a desvanecerse.
En un principio fue el sector comercio que por impulso de sus dirigentes nacionales, acogió el concepto norteamericano de eficientar inventarios y proponer tendencias de consumo por medio de verdaderos descuentos y condiciones de pago favorables para el cliente final, de cara a la temporada navideña. El gobierno federal se sumó adelantando el pago de aguinaldos en diversas dependencias para impulsar la iniciativa a fin de hacer un mercado interno más dinámico.
Tras una excelente primer experiencia, al año siguiente fueron más los actores que se sumaron a la gesta de los comerciantes por llevar mejores alternativas para el consumidor final, entendiendo que si ellos no lo hacían, alguien más estaría dispuesto a correr el riesgo de sacrificar utilidades: transportistas, fabricantes, profesionistas, materialistas, prestadores de servicios, maquiladores y un largo etcétera de gremios que hacen posible que el producto final llegue hasta las tiendas, se incluyeron en una cadena de valor que tras la suma de un pequeño descuento por cada uno de ellos, se lograba un fabuloso ahorro para las familias mexicanas.
Exitosamente se integraron más tarde las ventas por internet y prácticamente toda la actividad económica alcanzó algo de presencia. Y hasta ahí se pudo hacer. Las autoridades de cualquier nivel y competencia han sido desde entonces una piedra en el zapato en algunas ocasiones, un caro ornamento en otras: Parecería que dependencias como Profeco tienen la consigna no de proteger al consumidor, sino de madrear al comerciante; usted se ha enterado de los abusos que en complicidad moral con esa procuraduría han hecho algunos malos mexicanos en perjuicio del comercio, mexicanos que si el tiempo que dedican a buscar errores no dolosos de publicidad lo utilizaran en algo productivo, no tendrían que estar delinquiendo cobijados por la autoridad.
Luego tenemos que institutos como el Fonacot son al comercio lo que otros programas a distintas ramas económicas: dejaron hace tiempo de ser una opción de financiamiento económico para el mexicano sin tener nadie conocimiento de adónde va a parar el revolvente que ya no se inyecta a la economía vía créditos; y se convierten esas dependencias en hordas de subempleados federales que ven como sus capacidades y experiencias son desperdiciadas en burocrática tramitología que ahuyenta al beneficiario. Imposible lograr que por unos días, los combustibles para los transportistas se equiparen al menos a los precios internacionales para que por medio del servicio de fletes extiendan el beneficio al comercio. Imposible que por un fin de semana al año, se reduzca el IVA para que también ese beneficio vaya directo al bolsillo del mexicano. Pero eso no es lo más grave.
El problema mayor que enfrenta el comercio en vísperas del Buen Fin, es haber reducido márgenes de utilidad durante dos años de gasolinazos y devaluación de la moneda. El empresario se encuentra con que la cadena de valor que en años pasados gustosamente participó de diferentes formas para bajar costos, hoy no solo está impedida para eso, sino que incluso tendría que ajustar sus tarifas al alza para seguir subsistiendo. Podríamos decir que la mitad de toda nuestra economía esta dolarizada mientras la otra mitad depende del precio del petróleo, algo que afecta directamente a los precios aun desafiando leyes de lógica económica en el caso de la gasolina. En el lado amable de la moneda tenemos (al menos en nuestra región) una economía doméstica sana gracias a las industrias automotriz y maquiladora, con lo que efectivamente hay circulante; pero con los precios del dólar y la gasolina boyantes, es técnicamente imposible ponerle freno a la inflación. Y mientras exista inflación, los posibles descuentos se evaporan antes del cálculo de costos, al ser estos rebasados una y otra vez por la escalada de precios.
Importante, muy importante hacer notar que la inflación no la origina la cadena de valor de la que párrafos arriba hablábamos. La inflación se da cuando la parte económica que maneja el gobierno como la moneda (paridad peso-dólar) y las áreas estratégicas como la energía (gasolina) son desbocadas en un afán de fácil recaudación gracias a una balanza comercial preferente como exportadores por un lado, y como contrapeso a la caída de los precios internacionales del petróleo por el otro. Y parecería que no hay correlación, pero un Buen Fin carente de verdaderas oportunidades para el consumidor, es reflejo de un gobierno ignorante del principio de que la riqueza se crea cuando agregamos a lo que hacemos un valor que puede ser material, abstracto o de transformación, dónde entonces se recauda más como consecuencia de un crecimiento del contribuyente, y no por un decreto del gasto público.