El Potrillo cabalga en las redes
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La semana que termina se desató un escándalo en el mundillo del espectáculo. Circuló una foto de un cantante de música ranchera apodado “El Potrillo”, en una fiesta, semidesnudo y en aparente estado de ebriedad. Alejandro Fernández es hijo de un charro muy charro, de Vicente Fernández.
Sin moralizar sino divertir, la foto se hizo viral, y en unas horas, la imagen de “El Potrillo” con el torso desnudo, en medio de dos compañeros de juerga en un bar, los tres muy amigos, con seis ojos que daría pánico soñar, posaban para otro compañero que acaso involuntariamente, los inmortalizó.
Los cibernautas se dieron vuelo con comentarios de toda índole. “El Potrillo”, dicen, estaba en una despedida de soltero en Las Vegas –vaya usted a saber para qué tipo de matrimonio- , aquí se rompió el mito de que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Desde que se inventaron las redes sociales y el internet, lo que sucede en Las Vegas se queda en Google, en Facebook, Instagram, Twitter y otros sitios. Ya no hay secretos.
Ahora bien, en la fotografía no se aprecia ninguna mujer. Era esa una fiesta de hombres solos. Me pregunto: ¿Por qué no invitan mujeres a las fiestas? Con damas los festejos suelen ser más divertidos.
Recuerdo que hace algunos años, cuando apareció “El Potrillo”, en el todavía Canal de las Estrellas, junto a Vicente Fernández, se saludaron ante millones de televidentes, padre e hijo, con un beso en la boca. Nunca habíamos visto a dos hombres besándose en pantalla, y en la boca menos, sin que importase cuál fuera su tipo de relación. En Europa, sabíamos que entre hombres y hombres, y entre mujeres y hombres, podían darse dos besos en las mejillas, a modo de saludo. Pero en México eso constituía una costumbre desconocida y chocante.
Gran educadora, madre y maestra de millones de connacionales, Televisa se daba acaso a la tarea de introducir en la sociedad imágenes de esta clase, como preludio a las costumbres que llegarían con el cambio de siglo. Quién sabe qué piense don Chente, de la fotografía que comentamos.
La imagen de “El Potrillo”, me hizo recordar cierto grabado de José Guadalupe Posada (1851-1913) quien reprodujo en periódicos anti-porfiristas una rica gama de contrastes sociales. Gracias a él conocimos a los “Los 41 maricones”, número que se haría emblemático en la picaresca popular, una turba de personajes de la aristocracia de entonces, que fueron encontrados en un baile de la calle de la Paz, en la Ciudad de México, un augural 20 de noviembre, antes de que estallara la Revolución maderista. “Aquí están los maricones, muy chulos y coquetones”, reza el pie de grabado.
En una casa de la calle susodicha, se habían reunido 41 hombres, unos vestidos de mujer y la otra mitad con ropa masculina. Todos muy contentos bailaban y se besaban entre ellos. Hasta que la gendarmería porfirista se dio cuenta del escándalo, allanaron el lugar y suspendieron la bacanal, cargando con todos los mujercitos –así se les decía en México a los travestis, más o menos hasta la década de 1970- y los no tan machitos para la comandancia.
Cuentan las crónicas de la época, que esa noche se iban a rifar entre ellos un mocetón virgen de 14 años de edad. (Empleo todos estos términos, referentes a la homosexualidad, sin ánimo peyorativo, y porque eran de uso común, y como tales fueron registrados en las sucesivas ediciones del Diccionario de la Real Academia, en el que aparecen hasta la fecha.)
Era la época de oro de los grabados, previa a la popularización de la fotografía, que aunque se había inventado medio siglo atrás, todavía era una tecnología demasiado cara para los medios impresos masivos. Si un acontecimiento salía publicado en los periódicos, se convertía en una verdad automática. No se ponía en tela de duda la veracidad del hecho.
Pasaron los años, llegó la llamada por muchos idiotas “caja idiota”: la televisión se convirtió en la universidad abierta de millones de mexicanos. Sin embargo, hoy el Canal de las Estrellas, saturado de avisos comerciales, está de capa caída, frente a los adminículos portátiles, donde a duras penas los adolescentes sintonizan una serie de boba moralina, llamada La Rosa de Guadalupe. Lo de hoy son las redes sociales, si no estás en el Facebook no existes.
Sé que lo que cuento y cómo lo cuento es, en estos tiempos, políticamente incorrecto. Pero así ha evolucionado en los últimos 100 años el homo sapiens. Las grandes luchas y culturas tardaron tiempo en consolidarse y aceptarse. Ahora la diversidad sexual es aceptada. La tolerancia es practicada en el sentido del respeto a las personas sin importar su preferencia sexual.
Los tiempos han cambiado. A diferencia de “El Potrillo”, quien aparece en la fotografía semidesnudo en un bar divirtiéndose con sus amigos, en el grabado de José Guadalupe Posada, los llamados machines estaban vestidos de riguroso frac y los mujercitos de raso, seda y encaje. Ninguno estaba completamente desnudo, ni de la cintura para arriba, ni mucho menos de la cintura para abajo.
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