La verdad de una máscara
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TEMAS
Por: Marta Sanz
“...e imaginó como debieron ser antaño aquella casa y aquel jardín, aquel lugar ya perdido, aquella época ya pasada”
A menudo, cuando leemos, lo único que estamos haciendo es corroborar nuestra manera de leer. Nuestros prejuicios. Los cristalitos a través de los cuales lo vemos todo. No estamos dispuestos a romper los cristalitos, sino a apropiarnos de estímulos nuevos domesticándolos, adaptándolos a nuestro modo de mirar. Encontrar un punto intermedio entre la lealtad al criterio —la posibilidad de la crítica— y la destreza para reformularlo cuando lo que nos llega de fuera es extraordinario constituye uno de los ejercicios más arriesgados y maravillosos del arte o del oficio de leer. Sobre ese filo cortante nos coloca David Peace, que, según The New York Times, “escribe la ficción inglesa más arriesgada y original de su generación”. Me inicié en la lectura de Peace con Tokio. Ciudad ocupada, novela “negra”, que fractura las convenciones de un género altamente codificado y las convenciones literarias en general. A partir de ahí, anárquicamente, he ido transitando.El libro está lleno de brillantísimas páginas: Ryunosuke como niño miedoso y enfermo; los comienzos de un escritor que “copia” historias siniestras; ‘El dormitorio de Jack el Destripador’, recreación de un posible encuentro entre el siniestro personaje y Soseki, que nos conduce a repensar el vínculo entre arte y crueldad, el elitismo estético y la inseguridad del artista.
Paciente X
David Peace
Editorial: Armaenia
347 pp