Los trenes y La Laguna

Politicón
/ 23 diciembre 2016
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De niño, viví en la estación Acacio y conviví con los ferrocarriles durante más de 12 años. Ello fue en el estado de Durango, en el kilómetro 999 en la vía del ferrocarril, entre la Ciudad de México y Ciudad Juárez. De inmediato asocié mi niñez con el libro “De Monroe a Porfirio Díaz. El Imperio Ferrocarrilero y su Impacto en La Laguna”, de los autores Gerardo Berlanga Gotes y Marisol Sala Díaz. En él, los autores narran una interesante travesía ferroviaria, y dejan constancia del papel fundamental que jugaron los ferrocarriles a finales del siglo XIX, y en la primera mitad del siglo XX, y por supuesto, en la Revolución Mexicana. Tal y como ellos lo señalan: “El auge de la Comarca Lagunera fue producto del algodón, pero la internacionalización de sus manufacturas y de este rincón norteño, fue sin duda, la llegada de los ferrocarriles”. Esto es, el desarrollo de La Laguna que en sus inicios descansó sobre dos rieles, siempre paralelamente: el agua que proporcionan los ríos Nazas y Aguanaval, y en consecuencia el auge algodonero; y por otra parte, las vías ferroviarias.

Presenté el libro el lunes pasado en el Museo del Ferrocarril en Torreón, Coahuila. En este lugar estuvo la estación del ferrocarril. Ahí llegábamos, en los años 60, en el tren “Pollero” o en el “Siete”, que venían desde la Ciudad de México y continuaban hacia Ciudad Juárez. La estación después se cambió al final de la prolongación Colón. El transporte ferroviario detonó la economía y posibilitó la entrada de los capitales estadounidenses que, poco a poco, se fueron apoderando de la riqueza mexicana. En el texto, Berlanga y Sala se ocupan primeramente de narrarnos la construcción del Ferrocarril Central Mexicano, desde las concesiones, el montaje y operación hasta el primer viaje realizado en ambos sentidos, así como de una expedición en ferrocarril de la Ciudad de México a Ciudad Juárez, recorriendo casi dos mil kilómetros.

Los autores refieren hechos en los cuales demuestran que durante la Revolución Mexicana, el ferrocarril fue el transporte imprescindible para los bandos en pugna. Gerardo Berlanga y Marisol Sala afirman que dicha contienda hubiese sido de otra manera sin la presencia de los trenes. Al mismo tiempo, tratan lo referente a la nacionalización de los ferrocarriles por el presidente Lázaro Cárdenas del Río; así como la privatización del sistema ferroviario por el Gobierno del presidente Ernesto Zedillo.

Dejan constancia de cómo se aceleró el desarrollo de Torreón, Coahuila; Lerdo y Gómez Palacio, Durango, gracias a la llegada del ferrocarril a la región. Por cierto, esta última cuenta con los dos únicos ríos endorreicos del País: el Nazas y el Aguanaval, que desembocan en lagunas que dan el nombre a esta región.
Los autores mencionan que al ferrocarril se le debe la posibilidad de la instalación de las primeras fábricas de Torreón: la de Hilados y Tejidos La Constancia, así como las de Jabones La Alianza, La Unión Compañía Jabonera de Torreón S.A., la de Hilados y Tejidos La  Fe; La Esperanza de Gómez Palacio, y la compañía Guayulera de Torreón S.A., que se formó en 1906, y la Compañía Minera Peñoles que inició sus actividades en Mapimí, Durango, y posteriormente se trasladó a Torreón.

Nos comparten la tenacidad de don Andrés Eppen, representante de la compañía Rapp Somer, y de Federico Wulff, ingeniero y arquitecto que construyó las presas más modernas que ayudaron, en gran medida, a distribuir, el agua del río Nazas para optimizar los cultivos. Llama la atención que los autores enriquecen su libro con la forma de vida cotidiana de la Comarca Lagunera. Se refieren al antiguo tranvía de Lerdo a Torreón, así como a las diferentes etnias instaladas en la región, y la riqueza que nos ha dejado. Sin dejar de mencionar que también nos acercaron a las cantinas, y a las boticas que ofrecían remedios para la resaca. Comentan sobre el otrora famoso Hotel Francia, en el cual se hablaban hasta cuatro idiomas y ofertaba una tarifa de tres pesos por noche de hospedaje.  

El texto deja constancia de un retazo de la historia de La Laguna, a través de esta crónica de los trenes. Torreón es un punto de cruce de vías de ferrocarril y de carreteras. El libro “De Monroe a Porfirio Díaz. El Imperio Ferrocarrilero y su Impacto en La Laguna” es un documento que enriquecerá el acervo cultural y el orgullo de pertenecer a este semidesierto lagunero.

jshv0851@gmail.com

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