Mirador 18/11/16
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¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, la primera vez que viste el fuego?
Eras un cachorrillo de unas cuantas semanas de nacido, y cuando encendimos la hoguera para asar los elotes te acercaste a la lumbre sin que nos diéramos cuenta, y fuiste a oliscar aquella cosa que tan brillante y bella se veía. El alarmado aullido que soltaste y el brinco que diste al sentir las llamas en la naricilla nos hicieron reír a todos.
Aprendimos los dos entonces, Terry, que para no quemarte nunca necesitas haberte quemado por lo menos una vez. A eso los hombres lo llamamos “experiencia”. En tu caso quizá se llama “instinto”.
Jamás volviste ya a acercarte al fuego. En cambio yo, que muchas veces me he quemado, vuelvo a quemarme una y otra vez. En tu caso la lumbre fue maestra; en el mío sigue siendo tentación.
Si no temiera perjudicarte, Terry amigo, te cambiaría mis inútiles experiencias de hombre por la infalible sabiduría de tu instinto.
¡Hasta mañana!....