¿Para qué sirven los periódicos?
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“In memoriam. Para Antonio Helguera, ser lúcido, brillante, amigo”.
En mi casa materna (también paterna) siempre había periódicos. Mi padre los leía cuando regresaba del trabajo y mi madre, “entre tiempos”, con un cigarro, compañero indispensable para saborear las noticias. Excélsior, el de Julio Scherer, el rotativo que mató don Luis Echeverría, así como El Universal eran parte de la casa y una suerte de espacio siempre dispuesto. Los periódicos en casa son escuela.
Crecer y leer periódicos de papel es crucial. Los niños, posibles lectores ávidos cuando la situación económica de la familia lo permite, empiezan, gracias a las noticias, a tener una visión del mundo y una o más opiniones sobre diversos temas. En ciudades pequeñas han desaparecido numerosos rotativos locales, y el tiraje, en general, de periódicos ancestrales ha disminuido. Con el tiempo, creo y deseo equivocarme, serán menos los hogares que los reciban.
En El Telégrafo de Ecuador, fundado en 1884, encontré un artículo extraordinario, “¿Para qué sirve un periódico?”, de Lucrecia Maldonado. Comparto algunas ideas y las hago mías. “La respuesta parece obvia: para estar informados, saber qué pasa en el mundo, enterarnos de lo que piensan personalidades connotadas al respecto”.
“En situaciones de la logística doméstica y familiar, el uso de los periódicos es más prosaico y, al mismo tiempo, muchísimo más práctico: para absorber un líquido que ha caído al piso, para ayudar a madurar a los aguacates, para sacar brillo y dar transparencia a unos vidrios recién lavados, para elaborar una rudimentaria venda de calor en una extremidad adolorida, para abrigar la cama de una mascota…”.
“…También se pensaba que leer un periódico era señal de cultura e ilustración. Había una frase despectiva que decía: ‘No lee ni siquiera el periódico’. Y una frase que pretendía demostrar absoluta confiabilidad: ‘Salió en el periódico’”. Comparto una idea más, “Se ha dicho también que la página editorial de un periódico sirve para crear opinión”.
Los rotativos son una suerte de hogar, con habitaciones pequeñas y grandes, con jardín y azotea, con cuartos terminados y cuartos en espera de nuevos muebles. En sus páginas se encuentra “de todo”: cultura, secciones para infantes, modas, eventos sociales, deportes, opiniones, crónicas, cine, caricaturas con temas políticos, crucigramas, ofertas de trabajo, esquelas, información sobre eventos musicales y… etcétera, donde incluyo sus bondades caseras y su disposición para servir como sujetos de experimentación para que los pequeños se inicien en el mundo de las tijeras, de los lápices y de las curitas.
Hace algunos años los periódicos de papel circulaban entre los miembros de la familia. Eran una suerte de lazo. Sus páginas brindaban la oportunidad a niños y jóvenes de informarse y preguntar. Recuerdo con nostalgia el pequeño revistero en mi casa paterna con los periódicos ordenados en la mañana y doblados y desfasados por la tarde. Recuerdo también, por indicaciones de los profesores en la preparatoria, haber llevado unas páginas a la escuela para discutir con los compañeros en el salón algunas noticias, costumbre que seguí durante algunos años mientras daba clases en la Universidad: comentar noticias sobre bioética procedentes de los rotativos era la encomienda. Sobraba información; eran múltiples las invitaciones periodísticas cuya información exigía ahondar en el tema. Revivo también su inapreciable uso para recoger el excremento de perros y conejos.
¿Para qué sirven los periódicos de papel? Las respuestas son incontables. Algunas las esbocé en los párrafos anteriores. La más importante es denunciar y disminuir la satrapía y las sandeces de los políticos, sean de donde sean, es decir, de casi todo el mundo.