Primera infancia: la base del desarrollo sostenible
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En México en las últimas tres décadas se han producido grandes mejoras en la supervivencia infantil. Como resultado de estos esfuerzos, la mortalidad infantil en el país disminuyó en un 60% entre 1990 y 2015. Sin embargo, la pobreza que afecta a 54% de las niñas y niños entre 0 y 5 años y la desnutrición crónica que sufren casi 1.5 millones de ellos comprometen sus oportunidades y los ponen en riesgo de tener un desarrollo deficiente. Adicionalmente, otros factores como el nivel de escolaridad materna, la calidad en los programas de educación temprana, el nivel de interacción que tienen los adultos en cuanto al juego, y la exposición a la violencia, el abuso y la negligencia, aumentan considerablemente el riesgo de presentar rezagos en el desarrollo.
A nivel mundial, el impulso para mejorar el desarrollo en la primera infancia (DPI) ha aumentado recientemente. De hecho, el Sistema Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y otras agencias de desarrollo han establecido diversas alianzas con el objetivo común de avanzar la agenda del DPI. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible por primera vez contempla, entre sus objetivos, el cuidado temprano como elemento para lograr oportunidades equitativas de aprendizaje durante la vida. Simultáneamente, la promoción del DPI es un eje fundamental de otras iniciativas como el Movimiento para el Fomento de la Nutrición y la Alianza Mundial para poner fin a la violencia contra la niñez, de la cual el gobierno mexicano forma parte y es país pionero.
Nuevas investigaciones han demostrado la necesidad de brindar servicios integrales a las mujeres embarazadas y a los niños y niñas más pequeños. En primer lugar, los hallazgos señalan que los efectos del entorno en los ámbitos: fisiológico, inmunológico, genético y psicológico ocurren desde el embarazo e inciden en el desarrollo de las personas a lo largo de la vida. En segundo término, existe evidencia internacional sobre los resultados positivos a largo plazo de los programas que fomentan el desarrollo cognitivo en la primera infancia, por ejemplo, incrementando los ingresos de los adultos que cuando fueron niños accedieron al programa.
Por el contrario, se ha documentado que los retrasos en el crecimiento en los primeros dos años de vida son perjudiciales en la salud y el capital humano en la adultez, manifestándose en padecimientos crónicos, baja escolaridad y pocos ingresos.
Toda esta evidencia científica resalta el potencial transformador de las políticas integrales de DPI como elementos para acabar con el ciclo intergeneracional de la pobreza. Solo rompiendo este ciclo, se alcanzarán las metas fijadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Algunos países, como Chile y Colombia, han adoptado políticas multisectoriales obteniendo buenos resultados en su aplicación.
Bajo estos esquemas, los servicios de desarrollo en la primera infancia son proporcionados desde un enfoque holístico que involucra a todos los sectores y comprende acciones de salud, nutrición, educación, desarrollo social y protección especial dirigidas a posibilitar el desarrollo integral.
En México, el proceso electoral y el inicio del siguiente gobierno son una oportunidad para plantear estrategias innovadoras e intensificar las inversiones equitativas para el desarrollo integral de los niños más pequeños.
Los ODS proporcionan la visión y el marco multisectorial. El siguiente paso es trazar una ruta de acción propia para la existencia de una Política Nacional para la Primera Infancia para garantizar que cada niño en México ejerza su derecho al desarrollo y pueda alcanzar su máximo potencial.
Tenemos el conocimiento, los recursos y la oportunidad. Debemos actuar ahora para sentar las bases de una vida satisfactoria y plena, para las niñas y los niños de hoy, los adultos del mañana y las generaciones futuras. ¡Sólo nos falta la voluntad política!
Por Christian Skoog
(Representante de UNICEF en México)