Reversa light
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La reacción de la Presidencia de la República frente al agrio reclamo generado por la forma en la cual el Poder Legislativo terminó aprobando la denominada “Ley 3 de 3” bien podría parafrasearse con la conocida fórmula de las dos noticias.
La buena noticia: el titular del Poder Ejecutivo decidió —contrario a la costumbre imperante en nuestro País— escuchar a quienes alzaron la voz para reprochar el desprecio mostrado por el Poder Legislativo frente al trabajo realizado por los cientos de miles de ciudadanos cuyas firmas respaldaron la referida iniciativa ciudadana.
La mala: el presidente Enrique Peña Nieto decidió escuchar solamente a quienes, desde las distintas agrupaciones de la iniciativa privada, alzaron la voz para decirse agraviados por el “enriquecimiento” de la propuesta original por parte de Senado de la República.
La dicotomía obliga, por supuesto, a realizar el corte de caja e indagar si en la suma algebraica de las noticias buenas y malas salimos ganando o perdiendo.
Antes de intentar el abordaje de la pregunta resulta indispensable tener clara una cosa: la naturaleza de la decisión adoptada por el Presidente en este caso es política y no podría ser de otra forma. Al final, nadie puede abusar de la ingenuidad y pensar en la “rectificación” presidencial como una reacción de disgusto frente a la actuación “independiente” de sus correligionarios en el Congreso de la Unión.
La posición adoptada por quienes, en ambas cámaras del Congreso de la Unión, impulsaron la transformación de la iniciativa ciudadana, no fue obra de la casualidad, sino una acción de partido, de grupo político. Y de la estrategia el Presidente no solamente sabía: sin duda dio su bendición antes de ponerse en marcha la estrategia para instrumentarla.
Nada de malo o reprochable hay en tal diseño táctico: así funciona la política -al menos en este mundo- y quien decida rasgarse las vestiduras frente a tal circunstancia solamente exhibe su ignorancia en estas lides. (Vale recomendarle, a quien asuma tal posición, ver la serie House of Cards).
Luego entonces, la decisión del presidente Peña Nieto de “meter reversa” tras el alud de críticas enderezadas contra la actuación legislativa implica, necesariamente, una evaluación del daño (político, of course) al cual se exponía el grupo en el poder si se empeñaban tercamente en sostener el paquete de normas a toda costa.
Y una determinación de tal tipo siempre busca un resultado: convertir en ganancia la pérdida inicial provocada por una decisión recibida con rechiflas por parte del público… sin dejar en ridículo ni lastimar -al menos no en demasía- a quienes apoyaron originalmente la estrategia.
En términos políticos la rectificación es, por regla general, una posición virtuosa: hace ver “sensible” a quien timonea el barco y puede eventualmente devolverle el favor de la gradería… Pero también pude terminar en desastre si no se tiene el talento suficiente para aprovechar el impulso positivo de “mostrar agallas” para dar un paso hacia atrás.
En este caso, me parece (pero sólo es la humilde opinión de aquí, su servilleta) ocurrirá lo segundo.
La Presidencia de la República envió ayer al Poder Legislativo sus observaciones a la “Ley 3 de 3”, es decir, envió su propuesta de redacción alternativa, es decir, le planteó a los legisladores eliminar algunos aspectos de la redacción originalmente aprobada.
La propuesta presidencial de modificación, vale decir, se hace eco de los reclamos surgidos luego de concluir el proceso legislativo. ¿Cuál es el problema entonces? Uno sólo: la posición de Los Pinos sólo se hace eco de los reclamos formulados por el sector empresarial e ignora olímpicamente las protestas surgidas en el ala de los ciudadanos de a pie.
La muestra de “sensibilidad presidencial” se da, además, como corolario a una reunión sostenida entre el mandatario y representantes de distintas cámaras empresariales a quienes se decidió conceder el espacio para formular sus inquietudes de manera personal.
No está mal, por supuesto, reunirse con quienes manifiestan resistencia a las intenciones del poder. Una vez más, se trata de una muestra de sensibilidad y talento políticos. Pero una vez más también, el problema consiste en escuchar solamente a unos e ignorar a los demás.
Y los demás también también tenían -y tienen- un reclamo válido e importante: nuestros “representantes” mutilaron la iniciativa original eliminando un elemento indispensable de la misma: la obligatoriedad de hacer públicas -de manera integral- las declaraciones patrimonial, fiscal y de intereses de los servidores públicos.
Con la “reversa light” de la Presidencia, la clase política del país ha tropezado de nuevo y con la misma piedra. Imposible pensar en el aplauso de un público al cual se ha decidido burlar no una, sino dos veces.
¡Feliz fin de semana!
carredondo@vanguardia.com.mx
Twitter: @sibaja3