Se acabaron las campañas, sigue el ‘silencio’
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Se acabó el plazo para hacer campaña. Quienes aspiran a representarnos en el Congreso de Coahuila han tenido ya su oportunidad para intentar convencer a los electores de que sufraguen a su favor y, a partir del primer segundo de hoy, están obligados a guardar silencio.
La siguiente estación es la cita con las urnas. Se trata, a no dudarlo, de una cita atípica; de una que nunca antes hemos escenificado porque la pandemia nos ha colocado en una situación peculiar, inédita.
Pero lo particular de esta cita con las urnas es solamente la circunstancia. Lo esencial, es decir, el compromiso democrático que tenemos de emitir nuestra opinión, para definir la integración de uno de los poderes públicos de nuestra entidad, sigue siendo exactamente el mismo.
Se trata, por supuesto, de un compromiso marcado por el temor al contagio, por el miedo –absolutamente fundado– de que en el acto de acudir a votar podamos contraer un virus cuya letalidad está más que probada y para el cual sigue sin haber tratamiento ni vacuna.
En este contexto, lo que estamos obligados a preguntarnos es si vale la pena. ¿Qué es lo que puede valer la pena? La respuesta es simple: participar o no en un ejercicio al que –por lo menos quienes tenemos más de 18 años– hemos sido convocados en ocasiones anteriores.
La respuesta a dicha interrogante es igualmente simple: sí vale la pena, incluso en estas circunstancias.
Y en este sentido es importante aclarar una cosa: ninguna elección es tan relevante como para arriesgar la integridad personal, la salud o la vida. No se trata de convertirnos en “mártires de la democracia”.
De lo que se trata es de encontrar el equilibrio entre nuestros deberes ciudadanos y la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos de proteger nuestra salud. En este sentido, el acudir a votar implica seguir las mismas medidas de protección que observamos para sostener una reunión familiar.
En otras palabras: si para acudir a votar nos ocupamos de evitar el contacto físico con cualquier otra persona, si llevamos un cubrebocas y, si antes y después de estar en la casilla que nos corresponde, nos aplicamos gel antibacterial en las manos, votar puede ser un acto seguro.
Más aún: acudir a votar este domingo puede convertirse en un ejercicio cívico masivo que ponga en práctica los protocolos que todos estaremos obligados a observar durante muchos meses más porque el nuevo coronavirus no va a desaparecer de nuestras vidas en un largo tiempo.
Los días que nos separan de la jornada comicial bien podemos usarlos para ensayar la forma en la cual, el próximo domingo, podremos cumplir con el deber que tenemos de acudir a las urnas y emitir nuestra opinión.
Las jornadas electorales, al menos en el mundo democrático, deben ser una fiesta cívica. La presencia del virus que ha trastocado nuestras vidas y nos ha obligado a modificar muchos de nuestros hábitos regulares no debe impedir que este domingo sea diferente.