Tabasco y Coahuila. Poetas del agua y de la estepa y los libros de Torri
COMPARTIR
TEMAS
Tabasco, casi todo un inmenso bosque tropical, no se parece en nada a nuestras desérticas tierras norteñas. Sin embargo, tiene algo que lo acerca a Coahuila: la famosa biblioteca que fuera del escritor coahuilense don Julio Torri, considerado hoy uno de los clásicos de la literatura mexicana, los libros que coleccionó Torri están en Villahermosa. Y, ¿por qué no?, también puede existir la cercanía marcada por la diferencia en sus paisajes cantados por un poeta del agua y un poeta del desierto.
Carlos Pellicer, poeta del agua y del mar, las ceibas y los pájaros, los verdes y los azules, los ángeles y las nubes, cantaba: “El agua está en mi tierra, / como el cielo, por todas partes”. Rafael del Río, poeta del desierto y la espuma del salitre, la piel del camaleón, el coyote y el berrendo, la lagartija y el coralillo, el cardo y el coyonoxtli, cantaba a la seca aridez de su tierra: “En el desierto crece como un hongo, / como una pululante enfermedad. / Brota de todas partes, / de la tierra, del cielo; / todo el desierto es eso: soledad”.
Rodeada por los caudalosos ríos Usumacinta y Grijalba, la tierra de Pellicer es una planicie llena de cuencas y lagunas, anegada hoy por feroces torrentes, despiadadas lluvias y el agua que se libera conforme al programa de vaciado y llenado de las presas, y que junto con los fenómenos hidrometeorológicos extremos inunda todo para hacer de Tabasco un remedo del mar, según Pellicer: “El mar que ve a los niños / disparatar, se embrolla / y se cae, se endereza / y se pone a jugar”.
Rodeado por la llanura, seca y áspera, el río del desierto lagunero, el Nazas, desecado en su parte más baja por la construcción de las presas Francisco Zarco y Lázaro Cárdenas, sólo ha recibido agua desde entonces en contadas ocasiones. La estepa del Nazas se contrapone al trópico de Pellicer. Del Río canta a la nitidez del horizonte: “¡Canto al desierto, canto su misterio! / Es una austera, dura maravilla, / una difícil, áspera belleza; / es como una raíz oculta, ausente”. Y Pellicer reclama: “Trópico, para qué me diste / las manos llenas de color. / Todo lo que yo toque / se llenará de sol”.
Ni los proyectos contra las inundaciones ni los programas hídricos de Tabasco implementados por Conagua han podido lograr el control de las aguas ni disminuir las condiciones de riesgo a que está sujeta la población tabasqueña, y esa región hidrológica, la más importante del País, se ha visto de nuevo cubierta por las aguas provocadas por los fenómenos hidrometeorológicos extremos y los posibles efectos del cambio climático. Mientras muchos municipios de Tabasco se encuentran otra vez bajo el agua, los diputados extinguen el fideicomiso del Plan DNIII de auxilio a la población en catástrofe, en vez de trabajar en conjunto en la atención a las personas afectadas y la previsión de las temibles epidemias que pueden ocasionar las inundaciones, aumentadas hoy por la pandemia del COVID-19.
En cuanto a patrimonio cultura, lo que acerca a Coahuila y Tabasco es que hasta allá se fue la biblioteca del escritor coahuilense, cuyos célebres volúmenes coleccionados a lo largo de su legendaria vida de tenorio fueron descritos por las discípulas que pudieron conocerlos. Carmen Galindo, alumna de Torri, afirma que poseía la primera edición de la “Inundación Castálida” de Sor Juan; una edición latina grabada de Horacio, que por “una solitaria errata corregida en sucesivos ejemplares prueba que se trata de uno de los primeros volúmenes grabados”. También afirmó haber visto un refinado “decálogo del arte amatorio japonés”, ilustrado profusa y exquisitamente. Los amigos de Torri contaban que el maestro había mandado a encuadernar algunos de sus libros preferidos con el traje de novia de su madre. Extravagancias de don Julio. Sin embargo, ahí en sus libros está su autobiografía. Ojalá se salven de las aguas tabasqueñas los ricos volúmenes del coahuilense, avecindados por azar en la tierra de la corpulencia vegetal de Carlos Pellicer.