Un gran cervantista mexicano olvidado

Politicón
/ 18 diciembre 2016
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Francisco A. de Icaza nació en la Ciudad de México en febrero de 1863. De familia aristócrata particularmente atraída por la diplomacia, se dice de él que comenzó a hacer versos a los cinco años. Y a los 17, apadrinado por Ignacio Manuel Altamirano, ingresó a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, donde leyó sus primeras poesías y se ganó la confianza del general Vicente Riva Palacio.

Cuando a mediados de 1886 Riva Palacio fue nombrado embajador de México en España, invitó a “Icacita”, como le decían (en realidad su nombre era Francisco de Asís de Icaza y Beña), a ocupar el cargo de segundo secretario de la embajada. Contaba entonces 23 años, había aprendido los idiomas inglés, francés, alemán e italiano, tenía ya formados sus pensamientos y visión de las cosas, así como su temperamento y sensibilidad, que jamás cambiaron a lo largo de su vida.

Los siguientes cuarenta años los pasó en Europa, con sólo tres esporádicas visitas a México. En 1896, al morir Riva Palacio, fue nombrado encargado de negocios en Madrid hasta 1903, cuando se le designó embajador en Alemania, cargo que ocupó durante una década.

Desde su llegada, Icaza se adaptó maravillosamente a la vida española. Emparentó con la nobleza española al contraer matrimonio en 1897 con una dama de la aristocracia de nombre Beatriz de León, con quien procreó seis hijos, de los cuales sólo sobrevivieron tres. En fin, los españoles lo consideraban uno de ellos. 

Desde muy temprano se asoció Icaza al prestigioso Ateneo Madrileño, del que llegó a ser vicepresidente en 1899. Ya para entonces era muy reconocido por sus amplios y profundos estudios cervantinos. Asimismo por su vasta cultura y su gran dominio de los clásicos. Sin embargo, la actitud y el tono arrogante que le dio por utilizar, empezaron a herir la susceptibilidad de no pocos cervantistas. En varias ocasiones se regodeó al señalar los plagios en que incurrían escritoresmuy conocidos, como la condesa de Pardo Bazán, lo que causógran escándalo.

Además de poesía de buenafactura, según decir de los que saben, Icaza elaboró diversos y eruditos estudios  en torno a la obra cervantina,  en los que hace derroche de conocimientos de éstay emite juicios punzantes sobre lo escrito por otros autores. 

En 1918 vio la luz en Madrid su clásico ensayo El Quijote durante tres siglos, en el cual analiza la calidad de las diversas traducciones de la inmortal novela a los idiomas inglés, francés, alemán, italiano y portugués; el impacto que El Quijote había tenido en el curso de trescientos años en la literatura de los países donde esas lenguas se hablan y cómohabía influido concretamente en sus principales novelistas. Hace referencia también al caso de Rusia y sus respectivos escritores.

Examina lo relativo a América Española y a los comentaristas españoles de la insigne novela cervantina duranteel siglo XIX.

Con el triunfo de la Revolución, Icaza fue despedido del servicio diplomático. Se vio entonces en la necesidad de escribir artículos periodísticos, de poca paga, para poder sobrevivir. Luego recibió el encargo de concluir una investigación iniciada en Europa por Francisco del Paso y Troncoso sobre conquistadores y pobladores de la Nueva España. Al ser publicados los resultados de dicha investigación, incluyó su nombre como autor y fue acusado -¡nomás eso le faltaba!-: de plagio, creo que injustamente. Viejo, enfermo durante sus últimos años y pobre, murió en Madrid en mayo de 1925. 

A su muerte, otro gran cervantista mexicano, Erasmo Castellanos Quinto, calificó a Icaza como “el único cervantista de fuste que ha producido México”. Y su biógrafo, Rafael Castillo, lo llama “el escritor que cayó en olvido”.(74)

jagarciav@yahoo.com.mx

 

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